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Pero, aún así, se sigue hablando de que con unos 500 años de convivencia en común consumar esa ruptura es irracional. Como si se hablara de un matrimonio, pero con el patrimonio a buen recaudo en una de las partes. Y como en cualquier matrimonio disfuncional, quien dice amar, obliga a la otra parte a quedarse, si es necesario, con violencia. Y es que, en el fondo, eso es el nacionalismo de suma cero. Obligar a la otra parte a negarse a sí misma.
El nacionalismo de suma cero es aquel nacionalismo que, para afirmarse a sí mismo, debe negar sistemáticamente a todo aquello que le molesta, le sobra o le cuestiona su unicidad en todos los órdenes y ámbitos. Es aquel que le niega el pan y la sal a todo aquel que no reconozca la nación única, la administración única, la lengua única, la ley única, la emanada de los poderes centrales. Así nacionalismo de suma cero es el que impulsó la revolución francesa, todo un timo para los vascos, y es el que impulsa al PP, PSOE y UpyD en su españolismo, su nacionalismo español, al que un sano regionalismo, pues se le tolera, siempre que no entre a cuestiones profundas y de calado, pero un regionalismo consciente y combativo, o el nacionalismo de otra nación distinta de la española, eso les enerva hasta un punto de intolerancia elevado. Artículo 1, 2 y 8 es el último resorte, la última ratio de su defensa. Un papel.
El nacionalismo de suma cero lo que busca es socabar y laminar los llamados particularismos, como se dijera en la autoproclamada Asamblea Nacional francesa, y, una vez logrado esto, usarlos de ariete contra los demás particularismos, hasta acabar con todos. Un poco ese ha sido el papel asignado a Cantabria, tanto en el siglo XIX contra los Fueros, como en el XX contra cualquier avance de autogobierno, sin dejarles ser conscientes plenamente de la historia de autogobierno incipiente de Las Juntas de Puente San Miguel, el pleito de Las Nueve Villas, La Hermandad de las Marismas y otros elementos o instituciones que pondrían en cuestión no sólo la castellanidad de cantabria, sino su españolidad. La búsqueda de un “enemigo” externo como desviación de la articulación institucional y jurídica interior es un elemento muy usado en la historia.
Turkia cometió un genocidio contra el pueblo armenio, que aún hoy se niega, por un elemento de frustración y miedo. Durante el inicio de la primera guerra mundial, la Turkia otomana estaba aliada de los alemanes, fundamentalmente, por las ayudas al ferrocarril Berlín – Bagdad, ligado a las compañías petrolíferas germano-turcas. Rusia estaba del otro lado, y pensaron invadir Rusia por el cáucaso, creyendo que los pueblos se alzarían en su apoyo a su avance. Craso error. Fracasaron y fueron masacrados tragicamente, teniendo que replegarse. Y, como chivo expiatorio, usaron al pueblo armenio, que se derramaba entre el lado ruso y el lado turco, históricamente aliados de los rusos. Pero, ojo, que la responsabilidad de este hecho no es sólo de los turcos, sino de un pueblo que sirvió de instrumento de esa atrocidad: el pueblo kurdo. Entre un millón y dos millones de armenios fueron masacrados entre 1915 y 1916.
La historia demuestra que, posteriormente, el propio pueblo kurdo ha sido masacrado por los turcos, porque, como buen ejemplo de nacionalismo de suma cero, elimina todo elemento que le es ajeno. Así fue como, tras la primera guerra mundial, pocos años después, los turcos fueron a la guerra, derrotaron y deportaron todo lo griego que aún persistía en Asia menor. Una Turkia sólo turca, y aunque laica en lo oficial, musulmana en lo particular.
El nacionalismo de suma cero español es mucho más sibilino. Evidentemente las condiciones objetivas, el contexto en el que se sitúa cada marco, es muy influyente en el desarrollo de los acontecimientos. En 1934, cuando se hizo la proclamación desde el Palau de la Generalitat, el Ejército español y la Guardia Civil entraron en acción. En 2014, tras una consulta, que fue como fue porque no dejaron que fuera de otra manera, y aunque concentraron unidades del Ejército en Zaragoza y unidades de la Guardia Civil en las tres provincias de Aragón y Valencia, aunque ingresaron en Catalunya unidades extra dos días antes, era imposible, salvo una circunstancia muy excepcional, que hubiera un golpe de mano de esas características, puesto que queda muy feo en el Telediario de las nueve de la noche en la BBC o en el de la tarde de la Televisión Federal alemana a cualquier ciudadano europeo que está en familia, en domingo, tomando la comida o la cena, el ver tanques españoles entrando por las calles de Barcelona o Tarragona para impedir el uso de … urnas. Aunque, en el fondo, les hubiera gustado mucho llevar a término la amenaza.
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Está claro que nadie puede ser más que nadie, y tampoco menos que los demás, pero también hay que asumir que no a todos se les puede dotar de todo y al mismo tiempo. O acabaremos dotando de puertos de mar donde es necesario puerto de montaña y viceversa. O, como dijo aquel candidato socialista por la Rivera, cuando prometía puentes en todos los pueblos y le dijeron que en aquel pueblo no había río… pues construiremos uno.
Cada pueblo ha de poder mirarse en el espejo, sin ser manipulado ni mediatizado por cualesquiera condición externa. Y ser libre para decidir, para afrontar el reto del futuro, sin necesidad de compararse con otros.
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Una vez superada la etapa de la violencia, y constatada la imposibilidad de su retorno, es hora de, asumiendo el artículo 1 y 2 precísamente de la Constitución, en los que habla de pluralismo, de dar voz y participación a la ciudadanía, de nacionalidades y regiones, de respeto al autogobierno y la autonomía, ser consecuentes, y sentarse a dialogar, negociar, pactar y respetar la palabra dada, y la letra firmada, obviando el incumplimiento de lo que no interesa a una de las partes, concreta y sistemáticamente a la parte central del estado.
Y esto sirve para los tres casos, asturiano, cántabro y vasco. Y es que, si no se da voz a quien es sujeto de su realidad, sea regional o nacional, el proceso de desafección es imparable, y puede manifestarse de una u otra forma. Superar el nacionalismo de suma cero es un reto, una necesidad, tanto para minimizar la corrupción, como para la paz y tranquilidad de los pueblos de las españas.
Por: Juan Karlos Pérez.
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