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martes, 16 de diciembre de 2014

Federalismo en España (o una ballena en lo alto de Guadarrama)


Federalismo es una palabra que se encuentra de moda últimamente, pero hay que entender de donde se viene para comprender la virtualidad y potencialidad de dicha realidad. Sin conocer a los padres y madres de la criatura llamada España va a ser difícil, diriase que imposible, el poder implantar un sistema que le es completamente ajeno y de complicada inserción sin comprender y hacer comprender las claves reales del actual sistema y como ha sido la evolución constructiva.

Y es que de las dos maneras de construir que se han dado en la etapa contemporánea en Europa, España responde, precisamente, al otro modelo, totalmente opuesto al Federal.

España es un invento del siglo XIX. Se crea una historia, como señala el libro “La invención del pasado”, escrito por un autor gallego, se busca justificar en la historia, con una lectura muy desde el presente del siglo XIX, una unificación peninsular (desechando la realidad nacional e independiente en la estatalidad de Portugal) que nunca había sido una realidad como tal. Responde al modelo jacobino francés que acabaron asumiendo los descendientes Borbón del rey Luis XIV, llamado el monstruo por sus enemigos.

Cuando llegó la revolución francesa se cambió el origen de la legitimación del Rey y Dios por la de una etérea soberanía nacional. Con el consiguiente esquema. Hexágono, este es el dibujo del estado en un mapa. Y bajo el sólo habrá una nación, una sola sociedad, con una única lengua, una única Administración y una única ley. De arriba hacia abajo, laminando todas las diferencias. Tanto es así, que los pueblos que opusieron resistencias nacionales a dicho proceso de centralización y uniformización fueron tachados por París como pueblos reaccionarios necesariamente encaminados a la extinción, algo de lo que se hizo eco la mano derecha (y sostenedor) de Karl Marx, el alemán Friedrich Engels. Este es el modelo, afrancesado, antiespañol y antiforal, que asumió la Constitución de Cádiz de 1812, paradogicamente, luchando contra el francés. En geopolítica, no en ideas.

España ha sido siempre una idea más geográfica que política. Marcos forales ha habido en la Corona aragonesa, en Castilla, en las tierras vascas… bastante viene de un Derecho Pirenáico ancestral, la cuestión no es tanto definir cada derechos propio y cada forma de desarrollo sino constatar su existencia, y lo mismo que con las lenguas, se construye pensamiento propio a partir de la lógica interna que existe en cada lengua, que es una forma no sólo de comunicarse entre humanos, sino de comunicarse con el medio, de entender la realidad, de poner en palabras lo que el ojo y el cerebro procesa, una forma de ser, ver y estar en el mundo: eso es una lengua.

En el caso de la institucionalidad y el Derecho propio de cada pueblo pasa parecido, ser diferente no significa sino asumir una realidad propia, y ya, que chocaba con el desarrollo de ese marco importado de la revolución francesa de una sola ley, una sola Administración y una sola lengua. Y una sola Nación. Cuando en España había habido siempre más de una Nación. Aunque no se llamaran así. Es una denominación moderna de una realidad histórica.

España se denominaba Las Españas, y había diferente denominación de los monarcas, debido a la tradición distinta. Felipe VI de Castilla es Felipe VIII en Bizcaya o Navarra o Felipe VII en Catalunya, Valencia, Baleares y Aragón. Había monedas con Fernando IV fechadas en 1832, un año antes de su muerte, y en esa fecha las aduanas se encontraban aún en el Ebro y no en la costa. La Unión Aduanera no era una realidad, ni la unidad monetaria, puesto que la peseta con que se unificó la realidad económica, a fines del siglo XIX, en la época de Amadeo de Saboya, era una moneda de origen catalán. Fue el primero en que, en su reinado, se empezó a llamar “Rey de España”. A su principal valedor, Prim, le acabaron asesinando por una lucha de poder.

Por cierto, ese rey italiano (como Juan Carlos de Borbón, nacido en Italia, en Roma, en enero de 1938 y empadronado español en el Consulado franquista, cuando la Guerra aún no había terminado ni tenía claro vencedor: ya tenían las cosas claras...

España se ha construido en los últimos dos siglos, XIX y XX, desde el centro hacia la periferia. Madrid es sólo corte. Y ahora es capital. Ya veríamos el desarrollo de Madrid y la comunidad de Madrid si la capital del Estado fuera otra (en 1942 el franquismo estuvo a punto de hacer a Sevilla capital del nuevo Estado).

Al beneficio de ser sede de las Administraciones estatal y autonómica, se suma ser polo de atracción como sede de empresas multinacionales tanto españolas como extranjeras radicadas en España. El mejor ejemplo de la absurdidad de la radialidad es el llamado corredor central. Lo coherente, dado que el 40% de las exportaciones salen de esa parte, sería potenciar un corredor por toda la costa del Mediterráneo, desde Algeciras hasta la Jonquera, pasando por Almeria, Valencia y Barcelona, y conectar por ahí con Europa. Pues no, por razones políticas cualquier corredor de esas características debe desviarse por Madrid. Pero es que ya en el siglo XIX, cuando se hizo el primer ferrocarril en Mataró, le siguieron ferrocarriles entre los reales sitios en el área de Madrid. Unos, los primeros, para servicio de las fábricas. Otros, los segundos, para uso y disfrute de la corte y la monarquía. Dos conceptos diferentes de lo que tenía que ser el progreso territorial y socio económico.

España, si quiere establecer un modelo federal, de verdad, debe comprender que las raíces del problema radican en la propia construcción de la realidad uninacional de España, y que debe corregirse. Sin asumir la plurinacionalidad y pluriculturalidad y plurilingüismo de las españas difícilmente se pueda llegar a algo constructivo.

El modelo federal es el que constata que hay una sociedad, con unas características concretas, que la cohesiona, que se constituyen en nación, y esa Nación necesita un Estado. Uno que la proteja en sus señas de identidad, que la ampare y permita su desarrollo, y ese estado puede ser un estado propio o uno compuesto, que permita la articulación de diferentes realidades nacionales dentro de ella. Y eso puede ser España. Si quiere.

El modelo federal es el modelo de Alemania. Que es una federación o el de Estados Unidos. De una forma más amplia, el de Suiza (Confederación).

La cuestión está en el respeto y la reciprocidad. Y, obviamente, en la bilateralidad entre las diferentes naciones que la componen. Ni tu sobre mi, ni yo sobre ti. No imponer, no impedir. Esa es la filosofía. Que se plasma en dialogar, negociar y acordarlo todo, todo lo que sea necesario. Y no tener miedo a la gente ni a lo que pueda libremente estresar, en una urna o en la calle. Siempre que asumamos, en todos sus límites, el marco de la democracia.

Federalismo es el último fetiche. Una palabra hueca. Acabaron por liquidar a Pascual Maragall con aquello del federalismo asimétrico. Porque, en España, o es asimétrico, o no será. Han pasado muchas cosas, tanto con Euzkadi, como con Catalunya, como con Canarias o Andalucía, demasiadas como para detallarlas, porque, hay una historia de café para todos, simétrico (Provincias y Diputaciones en el siglo XIX, con la ignominiosa imposición de 1833, Comunidades Autónomas y competencias impuestas en 1981, 2002 y 2009), todas ellas llamadas a ser revertidas, a no ser que Castilla vuelva a aflorar, tras la huída de más territorios del abrazo (del oso) de Madrid, como corte del reino.

Basta mirar el artículo 10 de la Constitución de Cádiz para darse cuenta de esta realidad innegable. La pelota se sitúa encima de aquellos que mandan en la Madrid corte y en la España actual. Son ellos los que deben valorar si quieren incorporar a las diferentes nacionalidades a una realidad nueva, renovada y compuesta, o seguir con el actual juego y composición de lugar. Dicen que a lo primero se le llamó la España Plural, que entre todos la mataron y ella sola se murió. La segunda, sin duda, ya la conocemos. Y ha resultado un completo fracaso. Es posible, y es necesario, y con voluntad, cambio en las mentalidades cerradas y cortoplacistas, se podría avanzar.

En el caso vasco, con una premisa básica: el marco foral reconocido ya en la Adicional Primera, Derogatoria Segunda y Transitoria Cuarta, activando todas ellas simultáneamente. Y es que, reconocer algo básico, sería la primera piedra de toque: Euzkadi es la Patria de los vascos, Euzkadi, la Nación de vascas y vascos. Y España, el Estado que incluya esa Nación, España, Estado de vascas y vascos. Sin partir de algo en esta línea, no va a haber ni marco federal que merezca tal denominación ni participación vasca en cualesquiera proyecto futuro para España. Ya un exiguo 30'8% del censo vasco dijeron sí a la actual Constitución española. Según la última encuesta un 33% diría no a la independencia vasca, pero un 35% (Sociómetro de diciembre 2014) diría que si, siendo la primera vez en la historia que se registra algo así.

Como dice el colega y amigo Juan Karlos Pérez en., éste, su acertado análisis... Asúmanlo y saquen las oportunas conclusiones, señoras y señores de España.

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