Aumentan las voces en el seno de la institución que reclaman el perdón de la alta jerarquía eclesiástica para los curas represaliados por el franquismo
No es lo mismo perdedor que vencido. Mujeres y hombres perdieron la Guerra Civil, pero la absoluta mayoría negó hacer suya la ideología de los a la postre franquistas. Ahí la diferencia: ningún gudari ni miliciano vivo dice sentirse vencido, sentir suyas las proclamas fascistas. Pregúntenselo hoy mismo al gudari José Moreno, al icono anarquista Félix Padín, al comunista de puño aún en alto Marcelo Usabiaga, al gudari Manuel Sagastibeltza...
Tampoco es lo mismo pedir disculpas que pedir perdón. El primero es un vocablo laico; el segundo religioso. Sin embargo, estos días creyentes, agnósticos y ateos continúan presionando para que la Iglesia católica española que olvidando sus principios, se sintió vencida y portadora del virus antidemocrático, que ofrezcan el perdón a la otra iglesia, la que apostó a pesar, incluso, de la muerte seguir sus escrituras sagradas. Otro tanto que no hace el gobierno de la mentira desde Madrid.
Algunos pasos se van dando, sin embargo, sigue habiendo 76 años después del golpe de Estado de los militares españoles, perdedores a los que no se les piden disculpas oficiales ni perdón alguno. La iglesia jerárquica, aprendidas las diferencias, sigue 'vencida'. Hay quien, como el fraile de Montserrat Hilari Raguer, sin embargo, que los tilda de "neofranquistas", como apunta este religioso aún en la diana de los más recalcitrantes superiores.
OBISPOS NEOFRANQUISTAS Raguer ha hablado siempre tan claro que hay momentos en los que ya prefiere silenciar su necesario verbo. Sin embargo, siempre ha mantenido que "muchos obispos son neofranquistas" y que el episcopado español mantiene "la ideología franquista". Por ello, preguntado por si teme o le temen a él, responde: "Cuando en 1883 León XIII abrió los Archivos Secretos Vaticanos a los historiadores, dijo que la primera ley de la historia es no osar mentir; la segunda, no tener miedo de decir la verdad", valora quien sufrió de niños los bombardeos sobre Barcelona y conocido en Euskadi por su libro sobre Aita Patxi, el considerado primer beato del bando republicano-nacionalista vasco.
Las palabras de Hilari evidencian que las causas relativas a la última Guerra Civil se han politizado de un "modo maniqueo: en un bando todos eran santos, y en el otro no había más que la horda roja. Amaba a su patria, que entendía que estaba siendo invadida injustamente. Cuando en sucesivos interrogatorios le preguntaban si había sido cogido prisionero o se había pasado, aunque esto último le hubiera valido sin duda la libertad, respondía invariablemente con su laconismo vasco: "Cogido. ¡Pasado, nunca!" Aludía horrorizado a un correligionario suyo que se había pasado, como si hubiera cometido algo muy feo. Del modo más natural contaba la guerra distinguiendo entre "nosotros" (los vascos), "los españoles" (los militares que les atacan) y "los requetés" (unos vascos que se han unido a los españoles)", valora desde Montserrat.
Ha sido precisamente en Catalunya donde su compañero, el abad de Montserrat, Josep Maria Soler, pidió la semana pasada "perdón por el papel de la Iglesia durante la Guerra Civil y el franquismo, y enfatizó en que "la institución religiosa no sólo no quiere acusar a quienes mataron a religiosos durante la Guerra Civil sino que ya les ha perdonado".
Soler ensalzó que la Iglesia ha perdonado sin que a ella "nadie le pida perdón", manifestó durante la misa de acción de gracias por la beatificación de los Mártires de Montserrat, 21 en total, que tenían entre 18 y 82 años y que fallecieron en distintas circunstancias antes y durante la Guerra Civil. Fueron un total de 522 mártires del siglo XX en España beatificados el pasado día 13 en Tarragona. De ellos, quizás porque Euskadi no es España, ninguno del medio millar fue vasco. Aita Patxi, por ejemplo, capellán de gudaris, sigue sin llegar a los altares, esperando en las instancias del Vaticano, aunque quienes le conocieron, aseguran, que no le hubiera gustado ser beato.
Con todo, las reacciones no se han hecho esperar. Para el senador del PNV, Iñaki Anasagasti, "la jerarquía es la que tiene que pedir perdón de aquella carta colectiva de todos los obispos españoles, salvo Don Mateo Múgica, obispo de Vitoria y Vidal i Barraquer, obispo de Barcelona. Aquel atentado contra el evangelio justificó miles de asesinatos, entre ellos a dieciséis curas vascos y a cientos que fueron perseguidos y encarcelados.
El Foro de Curas de Bizkaia tampoco ha permanecido en silencio ahora que virtualmente pueden hablar. El sacerdote Jose Mari Kortazar considera que es necesario recordar que "servir a la verdad pasa por traer a la memoria a todos los mártires y, particularmente, a los nuevamente olvidados, entre ellos los catorce curas vascos asesinados por los sublevados. Es un recordatorio que también nos lleva exigir a nuestras autoridades eclesiales que subsanen cuanto antes este olvido".
El analista político Iñigo Landa opina que "ya va siendo tiempo de que la Iglesia española deje de estar bajo palio". En cuanto a la condena de los crímenes durante la Guerra Civil e, incluso durante el franquismo, se ha de posicionar de una manera neutra y no hay mejor manera que la condena. Eso de andar beatificando a religiosos de un único bando no hace más que corroborar el anclaje en el pasado que he descrito", concluye.
FUSILAMIENTO DE 'AITZOL' El jeltzale Josu Erkoreka es otro de los políticos que trabajan a diario por la memoria histórica. Días atrás intervino en el homenaje que se le tributó a José de Ariztimuño Olaso, conocido también por el seudónimo de Aitzol, cura fusilado por los franquistas en 1936. A su juicio, no se ha beatificado a ningún mártir vasco porque según esa Iglesia heredera del régimen totalitarista, los republicanos y nacionalistas vascos actuaron "in odium fidei", es decir, bajo el odio de la fe. "Sin embargo, a Aitzol le asesinaron, fusilado, por euskalzale, abertzale y no por ser un hombre de iglesia", asevera. Erkoreka subraya que Aitzol dedicó numerosas y densas páginas a reflexionar sobre la distinción que las encíclicas del papa Pío XI establecían entre el nacionalismo justo y el nacionalismo exagerado. "Plausible el primero y reprobable el segundo".
Desde Catalunya, la escritora Gemma Aguilera considera que si el Estado español fuera realmente democrático, la llamada transición habría sido una ruptura con la legalidad franquista, pero fue solo una ley de punto y final. "Ello permite que la Iglesia no tenga por qué pedir perdón por haber apoyado una dictadura que causó miles de muertos. Ahora bien, los partidos españoles no tienen legitimidad para exigir a la Iglesia que pida perdón cuando ellos firmaron una ley de memoria histórica que se niega a anular los juicios sumarísimos de miles de republicanos ejecutados", levanta el dedo Aguilera.
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