Me tengo por un buen conciudadano. Pago mis impuestos (hay quién no lo hace), acostumbro a ejercer mi derecho al voto (algo, que me lo voy a pensar más), no recibo quejas de mi comunidad de vecinos ( algunos las reciben) y, acudo, a funerales de familiares y de amigos ( hay quien no va) y, además, respeto el medio ambiente. Separo, desde hace años, mi basura, en bolsas diferentes: cartón y papel; vidrio; plásticos, latas y bricks; restos orgánicos. Un despliegue de civismo y ,todo, un arte de la manualidad cada noche.
Por reciclar, reciclo hasta las bolsas del supermercado, para usarlas como bolsas de basura. Eso sí, soy celoso de mi intimidad personal y, antes de reciclar el papel, destruyo correspondencia, recibos, facturas y extractos bancarios. Hay otros motivos. En una época donde vivo, era aconsejable hacerlo.
A primeros de Mayo, tuve un accidente. Luxación de codo derecho, algo, que duele mucho, duele un huevo, lo puedo asegurar. Comenzaba, desde hacía unas pocas horas, a habituarme a convivir con mi escayola , que me la habían colocado “ a lo napoleónico ”, desde la muñeca hasta al hombro. Ese día no me encargue de la basura. Lo hizo otra persona, una persona, de muy buen corazón; pero, que no recicla. Nadie es perfecto. Metió toda la basura en una bolsa del supermercado y la arrojó a un container. Pasados dos días, la bolsa, se muta a un ser con patas y aparece ,mágicamente, delante de mi puerta, un 6º Izda cercano a la Avenida de la Libertad. Lo, curioso es que no contenía restos orgánicos. Venía, ya, " tratada". Contenía un brik de leche y un par de tarros de cristal. Toda una “invitación” a sumarme a un gran proyecto ecológico del reciclaje.
Es conocida la polémica de las basuras en Gipuzkoa y del sistema del “puerta a puerta”, impuesto por el democrático y participativo BILDU, que, cuando la ciudadanía decide por referendums lo contrario, opina que, ésta, no actúa ni participativa ni democráticamente. En San Sebastián, no hay puerta a puerta, ni, tampoco, creo, exista ninguna ordenanza, que “obligue” a reciclar; pero lo que me pregunto ¿cómo llega una bolsa de supermercado, reconvertida en bolsa de basura hasta la puerta de un ático ? No creo que por los recibos, correspondencia, extractos bancarios o facturas, que ya he dicho, destruyo; aunque, en esta ocasión, dadas las circunstancias, pudieran no haber sido destruidos ;pero, pensando mucho, si el motivo no es el señalado, posiblemente, la explicación esté en el ticket del supermercado, caído, dentro de la bolsa. Un ticket, donde, al pagar con tarjeta bancaria y contar, así mismo, con otra tarjeta para puntos y descuentos del propio establecimiento, salen mi nombre y apellidos al pie del mismo.
A partir de ahí, cómo se localizó mi domicilio es un tema puede resultar más propio de un análisis de Iker Jimenez y su gabinete de expertos en Cuarto Milenio o de una película de la STASI, "la vida de otros" o "la basura de otros" según se mire.
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