Con muy buen criterio nos expone Amatiño algo que yo ya conocía pero no niego (y lo digo como uno de los "afectados") que es un asunto motivo de constante confusión y algo que genera una especie de "mini-discusiones", de forma muy especial, en un día como hoy: San Inazio. Vamos con Amatiño:
Con tanto ceremonial ignaciano, el personal anda un tanto confuso con la significación de estos cuatro nombres que sugieren similar parentesco pero que no tienen relación entre ellos más que a pares. Es decir, Eneko e Iñigo tienen un mismo origen, así como Ignacio e Iñaki, pero ni el nombre Iñigo tiene que ver con el de Ignacio, ni mucho menos Eneko con Iñaki, aunque eufónicamente puedan parecer primos hermanos. Los «Iñigos» que acostumbran celebrar su onomástica el día de San Ignacio están en un error. Su santo no es el 31 de julio sino el 1 de junio, San Eneko.
El más viejo de los cuatro, el decano, es Eneko. Es, probablemente, uno de los nombres vascones antiguos mejor documentados. Etimológicamente parece hacer alusión a «bueno» (Oneko) y se cita ya 90 años antes de J. C. Su documentación se extiende desde viejos textos catalanes y astures hasta el monasterio de San Millán de la Cogolla en la Rioja. Los textos árabes lo escribían como Wanko. Fue nombre de más de un rey de Navarra y subió a los altares en la persona de San Eneko, abad de Oña (1 de junio). Nombre popularísimo en el siglo XVII, se mantiene en apellidos como «Enekonea» y «Enekotegi», y en topónimos como «Nekoetxea» (Argentina) y «Enekuri» (Bilbao)
Iñigo no es más que una derivación en el tiempo del milenario Eneko. Se trata de su versión castellanizada o, si se quiere más suave, arromanzada. El nombre de pila de San Ignacio de Loiola fue Iñigo. Pero ello no quiere decir, en absoluto, que exista relación lingüística o de cualquier otra clase entre Iñigo e Ignacio. La única relación es meramente casual en el caso de un personaje histórico como fue el fundador de la Compañía de Jesús. Iñigo López de Loiola, una vez ya en Italia, decidió cambiar su nombre de pila porque, al parecer, a todo el mundo le sonaba muy extraño, y optó por Ignacio, dada su devoción por San Ignacio de Antioquía. Pudo haber optado por Juan o Pedro, pero se decidió por Ignacio.
Finalmente, Iñaki es un invento sabiniano como equivalente en euskera del latino Ignatius. Y lo de «invento» no tiene ningún sentido peyorativo, sino todo lo contrario. Inventar un nombre lo puede hacer cualquiera, pero conseguir que tenga aceptación social y se convierta, en apenas unas décadas, en uno de los nombres vascos más representativos, es ya de «Guinness».
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3 comentarios:
Exitoso en tiempos pasados, Iñigo que yo creo que los Iñakis somos ya una especie en peligro de extinción ;-)
Se cambió a Ignacio porque Iñigo no tiene raíz latina, no tiene nada que ver cómo sonase su nombre.
Se cambió el nombre a Ignacio, debido a que Iñigo no tiene raíz latina.
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