
Con éstas actitudes y con éstas costumbres nos vemos inmersos en un País de hábitos tercermundistas que se mantiene muy alejado del ideal de país moderno, tolerante y empático. O cambiamos desde ya todas estas malsanas costumbres o los ciudadanos, que sentimos estar viviendo en el siglo XXI, nos seguiremos avergonzando de pertenecer a un país anclado en el pasado que aún no sabe divertirse sin propinar sufrimiento a seres sintientes capaces de sentir dolor, miedo y angustia.
Pero claro, ¿cómo es posible que España pueda salir de esos malos arquetipos, si aún es uno de los pocos países del llamado primer mundo que mantiene una forma de estado medieval? Independientemente de si la forma de estado actual es la herencia de un sátrapa y dictador genocida, se trata de una forma de estado arcaica, obsoleta que no debiera tener cabida en el siglo XXI. No es de extrañar, pues, que quien representa valores medievales apoye cruentas e infames tradiciones medievales, que con total descaro, trata de enmascarar de artísticas y culturales.
En el mundo actual, donde ya todos estamos comunicados con todos, pues internet ha hecho posible que incluso nos podamos relacionar con personas que habitan en nuestra antípoda, lamento decir, que a menudo me avergüenzo de tener que decir que soy español, debido a que ofrecemos una muy mala imagen al resto del mundo civilizado como consecuencia de mantener costumbres y hábitos característicos de épocas medievales en las que para obtener diversión es necesario procurar el mal ajeno.
Me avergüenzo al mantener un debate con algún conocido extranjero cuando éste me dice que yo no puedo dar lecciones de modernismo o de democracia al pertenecer a un país que alberga a una monarquía y que no puedo dar lecciones de civismo al pertenecer a un país que maltrata a los animales. En definitiva, Víctor desea que algún día pueda decir, sin sentir vergüenza, que es español.
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