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El chico en cuestión, con buenos modales y muy respetuoso en su forma de dirigirse a la gente, denotaba buen conocimiento del lenguaje y una muy buena capacidad de expresión (siempre que no chupase el perdigón que le atravesaba la lengua…).
Iker (que así llamaré al chico porque me da la gana) llevaba en su mano una bolsa de un “pequeño gran almacén” convertido en tienda, que apenas lograba mantener entre sus dedos. En la bolsa se adivinaban 3 botellas de cristal (beefeter, Barceló y la otra debía ser algún zumo con alcohol, de esos que ves en las tiendas y siempre te preguntas quien puede beber eso).
Iker se dirigía a otro grupo de chicos y chicas, que a modo de tribu india, le increpaban por haberse quedado hablando con unos viejos, unos puretas. Sin embargo, la bronca recibida por Iker, no era por hablar, sino por la necesidad imperiosa que el grupo tenía de empezar a jugar a doctor Bacterio y sus famosas fórmulas y mezclas. “Bueno, os dejo, que esos de ahí están sedientos” dijo Iker, Pues que beban agua pensé yo (y es que tenían una fuente a 2 metros).
Continué el camino hacia el escenario de Abandoibarra sorteando botellas, vasos, bolsas (muchas bolsas) y varias tribus más, que sin hoguera en el medio, daban buena cuenta de licores de marca y refrescos de 2 litros. Y la verdad, siempre me ha asombrado la capacidad de sentarse que tienen algunos, cruzando las piernas.
Llegué pronto al escenario en cuestión. Itoiz Suite iba a ser el regalo que los incondicionales de Itoiz habíamos estado esperando tanto tiempo. Y mientras bebía, con mucho esfuerzo por cierto, una cerveza de marca blanca de 2 € (aunque en la caña pusiera Heineken), me acordé de Iker y del cubata de medio € que se disponía a preparar.
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Cuando ya no quedaba mucho más espacio, me senté en el suelo detrás de un grupo de “chavalas” que se disponían a tararear como yo, todo aquello que habían cantado de “jóvenes”. El concierto empezó con 2 o 3 obras, que nada tenían que ver con Itoiz. La gente se miraba extrañada, pues no reconocían, en ninguna de ellas, las canciones de Juan Carlos Perez y sus chicos. Incluso alguno se preguntaba, si la orquestación habría cambiado tanto la melodía de Marilyn. Sin embargo, por fin se podía barruntar lo que sería un concierto lleno de recuerdos. De muchos y buenos recuerdos.
Miraba hacia atrás y veía gente…mayor. Mayor que yo. Incluso bastante más mayor. Y alguna de estas personas…mayores, llegaba decir que “ya les vale, mira que no poner unas míseras sillas…”. Y es que además de la generación del katxi, allí también estaba la del “solysombra”.
Pero mientras los calambres dejaban de ser un problema, porque ya no tenía sensibilidad en las piernas ni en ese hueso del culo que dicen que es el de la risa (ni p. gracia), me acordaba de Iker, de su tribu y de lo cómodos que se les veía ahí sentados, con las piernas cruzadas. Con sus “triskis” negros en la oreja, sus zapatillas de Gasol (enormes) y con la convicción de que Lau Teilatu es una invención de Amaia Montero y Mikel Erentxun.
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De camino al parking, pude observar, que Iker y su tribu habían abandonado el campamento que bajo la pasarela Arrupe habían ocupado, y se encontraban mezclados con otra tribu de similares características, con la que habían entrado en interacción. No sin antes haber dejado bien marcado el campamento por el que habían pasado. (Cuanta mierda puede generar el ser humano en sólo hora y media).
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Con lo cual llegué a la conclusión, de que es posible que las cosas no cambien tanto, que los que escuchan a los Jonash Brothers y los que escuchábamos a Itoiz, en el fondo, puede que seamos iguales y sean las perspectivas (el conjunto de circunstancias que rodean al observador), las que no tienen nada que ver.
P.D. Iker podría haber sido yo mismo, de no ser, porque a mí el perdigón de la boca se me hace muy incómodo, y los “triskis” eran mi Txibiskería favorita.
FUENTE: Artículo de ARMAOLA publicado en http://bizkaitik.wordpress.com/ (01.09.09)
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