QUIZÁS a alguien le pillara de sorpresa la imputación de la menor de las hijas del heredero del legado franquista. A mí, no. Aunque sea por esta sola vez, no entro a formar parte de los sorprendidos, esos que pueden clasificarse en tres grupos:
Por un lado, tenemos los que no creían en eso de que la Justicia es ciega. No es que fueran desencaminados ya que visto lo que a diario vemos, lo normal es que creyesen que la hija de Juan Carlos (y toda su troupe) eran intocables.
Por otro lado, está el grupo que se aglutina en torno a la corte y donde nos encontramos un sinfín de nostálgicos de esos que usan la palabra y las redes sociales para jurar y perjurar que el rey trajo a su país de Alí Babá las libertades y la democracia. Estos infelices súbditos aún creen que su monarca nada tuvo que ver con el 23-F, llaman a Sofía "esa gran mujer", a Corinna "una amiga especial" y apostarían su vida a que el rey llegó de Estoril con cuatro duros o que Don Juan estaba arruinado (como recientemente hemos podido comprobar al saber de su abultada y evadida herencia suiza). Son irreductibles, van a actos públicos a vitorear a alguien que, para ellos es el máximo garante constitucional (cuando, en realidad, ni juró la Constitución que sanciona sino, en marzo de 1968, los Principios Fundamentales del Movimiento franquista). A este subgrupo le dan igual las cacerías, las amantes, las comisiones, o cualquier otra cosa que haga Schummer, su señor. Es campechano y punto. Le suben a los altares por ser un gran comercial de España cuando, en realidad, no es más que un codicioso comisionista. Además, desde el famoso "lo siento, me he equivocado y no volverá a pasar" le tienen por hasta honrado y honesto. Nunca mejor dicho aquello de que, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey.
Y, finalmente, está el grupo más mediático. Crea opinión. Cada vez menos, pero, crearla, la crea. Observamos un tropel de juntaletras y charlatanes de esos que se pasan la vida haciendo la pelota a la corte borbona. No ha dejado de ser curioso ir comprobando quién iba abandonando ese barco y quién venía a embarcarse en él. El máximo exponente del desembarco es Jaime Peñafiel aunque, a decir verdad, más que desembarcar, lo que le pasó a este hombre es que naufragó. El mero hecho de no figurar en la lista de invitados a la boda rosa de Felipe y Letizia le provocó una inusitada ira y empezó a dar palos a todo lo que se movía en La Zarzuela.
Pero también hubo quien embarcó. Tiene que haber de todo. Ahí tienen ustedes a antiguas progres como Pilar Urbano o a María Antonia Iglesias sacando la cara a la corona. La primera, haciendo la pelota a la hija de los exiliados Pablo y Federica. La segunda, de bolo en bolo por las televisiones abducida por una especie de inesperada sobredosis juancarlista. Y La Zarzuela, callada. La caverna, no. En fin...
Pero vamos al meollo de la imputación. El juez Castro imputa a la menor de las hijas del rey a la vista de los indicios observados en la última remesa de correos electrónicos aportados por la defensa de Diego Torres en una legítima estrategia. Sabemos de sobra que contra este tipo de autos de imputación cabe recurso, pero también sabemos que las audiencias provinciales, aunque puedan aceptarlos como en este caso, no suelen revocarlos ya que se puede sobreentender que el juez instructor necesita la pieza. Así, sería más que sospechoso que la instancia superior revocase la imputación y ello al margen de que de actuar de manera distinta se convertiría inmediatamente en un auténtico escándalo social.
Aún con todo, el brazo de la política es largo y las presiones desde la vertiente política de la Justicia (Casa Real-Gobieno-Ministerio de Justicia, Fiscalía General del Estado-Fiscalía Anticorrupción) intentan aplacar a Castro. Y esto no es baladí ya que sabemos que la fiscalía ha recurrido la imputación en apelación. Ni ante el propio juez en reforma. Directamente mediante recurso ante la Audiencia de Palma. Y yo que pensaba que la fiscalía iba a por los malos en vez de convertirse en una suerte societaria de Miquel Roca en la defensa de la infanta....
Pero, ni con recados de Zarzuela, recados de Felipe ante los jueces, o recados de Rajoy en una inédita rueda de prensa sin plasma... creo que prospere. Tienen al pueblo enfrente.
Volviendo al auto de Castro, procede destacar que se basa en 14 indicios para imputar a Cristina y, de forma especial, observa su condición de miembro de la Casa del rey. De esta manera se basa en que era vocal del Instituto Nóos pero, también, copropietaria de Aizoón. Ha sido rebatido con 18 puntos por un nuevo abogado de la infanta: el fiscal.
Es realmente (nunca mejor dicho) difícil (imposible diría yo) que el rey no supiera nada de todo esto. Pero él es intocable e inviolable. Aún con todo, el caso de corrupción salpica y arrastra a La Zarzuela de una forma insalvable. La encuestas publicadas así lo corroboran. La encuesta pública, la del CIS, no sabe/no contesta.
No olvidemos que la citación judicial no tiene precedentes ni en la oscura historia de los borbones ni en la de otra de las pocas monarquías que aún perviven. Ello se añade al cúmulo de irregularidades detectadas en ese regio entorno y en un momento de crisis total y caída en barrena por la que atraviesa esta anacrónica institución. No era normal que de cinco miembros del Instituto (Torres, su mujer, Urdangarin, García Revenga y Cristina Borbón) solo uno de ellos resultara sin imputar.
Así las cosas, queda un largo recorrido. Imputada no es acusada. Ni al magistrado ni a nadie se le escapa que Cristina, si no sabía, consentía. Y todo ello para tener ventajas con empresas privadas y administraciones públicas. Ahora sabremos hasta dónde llegaba su papel. Solo nos queda ver la postergada bajada de la rampa a la infanta. No es aforada y no hay motivos para que declare por escrito y desde otro lugar que no sean los Juzgados de Palma.
Pepe Castro tiene 67 años. Está ante su último caso. Es un magistrado totalmente independiente y su auto era totalmente predecible. Pero también debería haber retirado el pasaporte a Urdangarin antes de poder ir a Catar de la misma forma que lo hicieron con Bárcenas. Luego solo nos quedará saber qué podrían hacer con la figura de cera de la infanta si esto acaba por torcerse. Desde luego, no creo que Letizia se la lleve a casa. Por cierto, un domicilio no particular luego sujeto a escrache (como el de sus suegros).
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