Menéndez Pelayo recoge la nomenclatura con la que se les conoce (cátaros, patarinos, tolosanos). Son, nos dice, maniqueistas y aparecen próximos al año 1000 cuando los pueblos amedrentados veían aproximarse el fin del mundo.
"Negaban... la realidad del cuerpo humano en Jesucristo, la transustanciación y el poder del bautismo para perdonar los pecados; pensaban mal del Señor del universo, es decir, del Jehová del Antiguo Testamento, creador y conservador del mundo, y condenaban el matrimonio y el uso de las carnes... El rey Roberto procedió con severidad contra ellos e hizo quemar a algunos(1)”
El rey es Roberto II el Piadoso, hijo y sucesor de Hugo Capeto, que asistió en 1022 a un concilio en Orléans que condenó a la hoguera a trece cátaros(2)”.
“Al desarrollo de la herejía albigense en Provenza -continúa Menéndez Pelayo- concurrieron el universal desorden de costumbres, harto manifiesto en las audacias de la poesía de los trovadores; la ligereza y menosprecio con que allí se trataban las cosas más santas; las tribulaciones de la Iglesia y desórdenes del clero, abultados por el odio de los sectarios, y, finalmente, la rivalidad eterna entre la Francia del Norte, semigermánica, y la del Mediodía. Entre los que las armas para resistir a la cruzada de Simón de Montfort no eran muchos los verdaderos albigenses: a unos les movía el instinto de nacionalidad, otros lidiaban por intereses y venganzas particulares, los más por odio a Francia, que era el brazo de Roma en aquella guerra(3)”.
El texto es revelador. La herejía es un mero recurso de los habitantes de Provenza, fruto del universal desorden de sus costumbres y menosprecio de las cosas más santas, de la rivalidad entre la Francia del Norte y la del Mediodía, de su instinto de nacionalidad. En otros términos hay una nación que lucha por crear su propio estado, porque se sabe distinta por lengua -ocitano, tolosano-, cultura -costumbres-, religión -albigense- y características raciales -no germánicas-.
El intentó fracasó con la muerte de Pedro II de Aragón en la batalla Muret el 13 de septiembre de 1213.y la posibilidad de una nacionalidad catalano aragonesa provenzal con estado propio se diluyó definitivamente, acosada por la Francia del Norte y los Estados Pontificios. Su hijo Jaume I se contentó con limitarla a Aragón y Cataluña y los condes de Tolosa sucumbieron en su esfuerzo por mantener el territorio.
Díficil es que en este entorno Menéndez entienda la poesía de los trovadores, ni la “canso” ni el “sirventés”, donde hay cantos al amor típicos de la “canso”, pero también crítica social, política y religiosa en el “sirventés”. En la España uniforme no cabe la diversidad.ni una literatura catalana y ocitana en pleno auge, ya en el siglo XII, sino es como muestra del “desorden de costumbres”.
De Pedro II, tras recoger que se le conoce con el sobrenombre de católico por haber puesto a su reino bajo el patronato de la Santa Sede, añade:
Don Pedro fue el héroe entre los héroes de las Navas, y tanto pesa la gloria por él adquirida en aquel día de júbilo para la cristiandad, que basta a borrar de la memoria la muerte harto menos gloriosa que recibió en Muret, lidiando, no por la herejía, sino en defensa de herejes, siquiera fuesen sus deudos(4).
Su punto oscuro está en como este rey, que se hizo coronar por Inocencio III y que se mostró, al menos verbalmente como un acérrimo perseguidor de la herejía, es tenido como héroe por su participación en las Navas de Tolosa en julio de 1212 y llega a morir en septiembre del año siguiente excomulgado y como hereje por defender a sus deudos en la batalla de Muret, negándole el mismo pontífice su enterramiento en sagrado. De sus restos se hicieron cargo los hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén, que los trasladaron al Monasteria de Santa María de Sigena, fundado por la madre del monarca, a cargo de una comunidad femenina de la misma orden.
Su pecado al igual que el de los condes de Tolosa fue oponerse a los intereses del Papado, de unos papas que lo primero que hacian eran excomulgar al rey, conde o duque que se les oponía y relevar a sus súbditos del deber de fidelidad. Así se explica que Pedro II pasara de héroe de la cruzada contra el moro a víctima de la cruzada contra los albigenses, orquestada porque negaban la autoridad de Roma y apoyada por el rey francés, que veía la posibilidad recuperar bajo su dominio toda la Galia de los reyes francos. Fueron masacrados, según Juan Antonio Cebrián, durante la cruzada 100.000 cátaros(5).
"Negaban... la realidad del cuerpo humano en Jesucristo, la transustanciación y el poder del bautismo para perdonar los pecados; pensaban mal del Señor del universo, es decir, del Jehová del Antiguo Testamento, creador y conservador del mundo, y condenaban el matrimonio y el uso de las carnes... El rey Roberto procedió con severidad contra ellos e hizo quemar a algunos(1)”
El rey es Roberto II el Piadoso, hijo y sucesor de Hugo Capeto, que asistió en 1022 a un concilio en Orléans que condenó a la hoguera a trece cátaros(2)”.
“Al desarrollo de la herejía albigense en Provenza -continúa Menéndez Pelayo- concurrieron el universal desorden de costumbres, harto manifiesto en las audacias de la poesía de los trovadores; la ligereza y menosprecio con que allí se trataban las cosas más santas; las tribulaciones de la Iglesia y desórdenes del clero, abultados por el odio de los sectarios, y, finalmente, la rivalidad eterna entre la Francia del Norte, semigermánica, y la del Mediodía. Entre los que las armas para resistir a la cruzada de Simón de Montfort no eran muchos los verdaderos albigenses: a unos les movía el instinto de nacionalidad, otros lidiaban por intereses y venganzas particulares, los más por odio a Francia, que era el brazo de Roma en aquella guerra(3)”.
El texto es revelador. La herejía es un mero recurso de los habitantes de Provenza, fruto del universal desorden de sus costumbres y menosprecio de las cosas más santas, de la rivalidad entre la Francia del Norte y la del Mediodía, de su instinto de nacionalidad. En otros términos hay una nación que lucha por crear su propio estado, porque se sabe distinta por lengua -ocitano, tolosano-, cultura -costumbres-, religión -albigense- y características raciales -no germánicas-.
El intentó fracasó con la muerte de Pedro II de Aragón en la batalla Muret el 13 de septiembre de 1213.y la posibilidad de una nacionalidad catalano aragonesa provenzal con estado propio se diluyó definitivamente, acosada por la Francia del Norte y los Estados Pontificios. Su hijo Jaume I se contentó con limitarla a Aragón y Cataluña y los condes de Tolosa sucumbieron en su esfuerzo por mantener el territorio.
Díficil es que en este entorno Menéndez entienda la poesía de los trovadores, ni la “canso” ni el “sirventés”, donde hay cantos al amor típicos de la “canso”, pero también crítica social, política y religiosa en el “sirventés”. En la España uniforme no cabe la diversidad.ni una literatura catalana y ocitana en pleno auge, ya en el siglo XII, sino es como muestra del “desorden de costumbres”.
De Pedro II, tras recoger que se le conoce con el sobrenombre de católico por haber puesto a su reino bajo el patronato de la Santa Sede, añade:
Don Pedro fue el héroe entre los héroes de las Navas, y tanto pesa la gloria por él adquirida en aquel día de júbilo para la cristiandad, que basta a borrar de la memoria la muerte harto menos gloriosa que recibió en Muret, lidiando, no por la herejía, sino en defensa de herejes, siquiera fuesen sus deudos(4).
Su punto oscuro está en como este rey, que se hizo coronar por Inocencio III y que se mostró, al menos verbalmente como un acérrimo perseguidor de la herejía, es tenido como héroe por su participación en las Navas de Tolosa en julio de 1212 y llega a morir en septiembre del año siguiente excomulgado y como hereje por defender a sus deudos en la batalla de Muret, negándole el mismo pontífice su enterramiento en sagrado. De sus restos se hicieron cargo los hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén, que los trasladaron al Monasteria de Santa María de Sigena, fundado por la madre del monarca, a cargo de una comunidad femenina de la misma orden.
Su pecado al igual que el de los condes de Tolosa fue oponerse a los intereses del Papado, de unos papas que lo primero que hacian eran excomulgar al rey, conde o duque que se les oponía y relevar a sus súbditos del deber de fidelidad. Así se explica que Pedro II pasara de héroe de la cruzada contra el moro a víctima de la cruzada contra los albigenses, orquestada porque negaban la autoridad de Roma y apoyada por el rey francés, que veía la posibilidad recuperar bajo su dominio toda la Galia de los reyes francos. Fueron masacrados, según Juan Antonio Cebrián, durante la cruzada 100.000 cátaros(5).
Notas.
1.MENENDEZ PELAYO, Marcelino: “Historia de los heterodoxos españoles”, Editorial Católica, Madrid, 1978, tomo I, pág. 382.
2.“Enciclopedia Católica”, voz cátaros. Consulta 27 enero 2011
3.MENENDEZ PELAYO, Marcelino: “Historia de los heterodoxos españoles”, Editorial Católica, Madrid, 1978, tomo I, pág. 384.
4.MENENDEZ PELAYO, Marcelino: “Historia de los heterodoxos españoles”, Editorial Católica, Madrid, 1978, tomo I, pág. 387
5.CEBRIAN, Juan Antonio: “Simón de Monfort versus Pedro II de Aragón”, Onda Cero, La Rosa de los vientos, consulta 5.02,2011.
FUENTE: © Gaspar Clavell.
1 comentario:
Si te fijas, quitando la parte occitana, es el mapa que tanto temen en España y que a la que pasa algo enseguida relucen aquello del "pancatalanismo".
Y la zona más curiosa es la del Alguer, en Sardenya,que hablan catalán como en Girona. Es muy bonito.
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