Un nacionalista vasco, uno catalán y un socialista de visita por Madrid.El senador vasco, Iñaki Anasagasti, presentaba este lunes en el Centro Cultural de Blanquerna su libro: “Extraños en Madrid”.
En la portada de la obra aparece ilustrado uno de los dos portentosos y honorables leones de bronce que custodian la entrada del Congreso y que representan ni más ni menos el más puro símbolo de nuestra democracia, junto con una bandera vasca que lo cubre casi por completo.
Como ponentes inaugurales, en la cita estaban escogidos, además del propio autor, el señor José Bono, presidente del Congreso de los Diputados, y el señor Josep Antoni Duran i Lleida, portavoz del Grupo Parlamentario Catalán en el Congreso.
El triunvirato de conspiradores contra la madre patria se concentraba en tres figuras de alto calado en el panorama político actual. No podía faltar el nacionalismo catalán y tampoco el vasco. Lo que no entiendo muy bien es porqué estaba presente el presidente del Congreso, José Bono, que recordemos que su tradición socialista es para escribir un libro y su cargo público debería ser de total neutralidad.
Desde que un país pierde su unión, el porvenir se presenta arduo y con muchos baches. Ahora, lo que no entiendo es la presencia de los socialistas constantemente en este proceso de fragmentación española. Me da la sensación de que a algunos casi les da urticaria de ver dos líneas rojas surcadas por una gualda.
Por encima de derechas o de izquierdas debería existir un sentimiento platónico hacia la tierra propia, hacia las costumbres, el idioma y todo cuanto rodea la cultura adquirida. Que mínimo que un agradecimiento a un país que ha cohesionado unas raíces y unas características comunes.
Tras la represión franquista, con la política de Adolfo Suárez en la que en pos del equilibrio se cercenó a las derechas y se abrió paso a las izquierdas, se propuso la mala imagen a la bandera y todo cuanto representa. Así, jóvenes y adultos que portaban las insignias nacionales y hacían apología del orgullo patrio en aquella época, poco a poco fueron guardando en un cajón esos vítores para dar paso a la vergüenza y la animadversión de esa realidad política, social e histórica.
Las minorías nacionalistas nacidas de grupúsculos radicales poco a poco fueron tomando forma hasta, después de una larga etapa democrática en la que todos los presidentes han pecado de alimentarlas, convertirse en una fuerza regional potente.
El señor Anasagasti, secundado por el socialista y el catalanista, ha expuesto su percepción de que “lo español es el PSOE y el PP, el Rey, Madrid y el folclor que lo acompaña. Todo lo demás son si acaso incordios”. Además, el profesor Joan B. Culla sentencia que el libro es una “crónica de la desinhibición del nacionalismo español”
Tales alegaciones de victimismo para sugerir un País Vasco hecho “republica confederal para una España plural” no son más que patéticas intenciones fruto de una ideología angostada en el radicalismo.
¿Acaso a usted le parecen incordios los más de 800 asesinatos que ETA ha perpetrado en defensa de una región que fue, es y será España?. ¿Cree usted que nos encontramos en Norteamérica y que el modelo autonómico llevado in extremis es favorable para todos?. Después de tanto prejuicio sobre Madrid ¿considera verdaderamente que los madrileños se levantan todos los días pensando en que son el ombligo del país y se jactan de ello?. ¿Está usted quitando importancia a ciudades como Valencia, cuna de campeonatos deportivos, Sevilla, centro de exposiciones, o Salamanca, cuna de la filosofía, entre otras tantas que destacan en importancia? Yo no, y soy madrileño.
¿No le parece estúpido e infantil ese complejo de inferioridad que tenéis los nacionalistas?
Creo que la crisis azota tanto a madrileños, como a catalanes, como a vascos, como a gallegos, como a andaluces, como a murcianos etc. porque todos somos españoles y estamos subidos, le guste o no, en el mismo barco.
¿No va siendo hora de dejar los romanticismos de hace dos siglos para las novelas sentimentalistas y hacer ejercicio de sensatez?
Lo digo por usted, por el señor Durán i Lleida y por Bono.
Daniel Marin.
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