“La Familia Real toma partido por la Fiesta [Nacional] en Palma”, podía leerse como titular, el pasado sábado, en el diario El Mundo, volcado otra vez en favor de las corridas de toros. Y, de nuevo, emergieron en ese periódico conservador el desvarío y la manipulación periodística marcando territorio mundial. No es cierto que “la Familia Real” haya tomado “partido” en defensa de los toros.
La única que lo ha hecho públicamente es la Infanta Elena al acudir a la plaza de toros de Palma de Mallorca, circunstancia que jalearon enfervorizados los asistentes por razones que son obvias. Y, aun así, habría que subrayar que la Infanta no quiso pronunciarse cuando fue preguntada por los periodistas acerca de si apoyaba la “Fiesta Nacional”. Unos trescientos ciudadanos, por su parte, se habían concentrado a las puertas de la plaza protestando contra semejante espectáculo.
Sin abrir la boca.
Ni el Rey ni la Reina han abierto la boca al respecto, tras el reciente veredicto del Parlamento catalán y, por cierto, tampoco dijeron nada relevante -hace cerca de veinte años- cuando fue proscrita por el Gobierno autonómico la ceremonia taurina en las Islas Canarias El monarca, Juan Carlos I, sí acude con alguna frecuencia a contemplar la lidia de los toros.
Mal llamada Fiesta Nacional.
Puede decirse, por consiguiente, que el Rey es un buen aficionado a los toros. Doña Sofía, en cambio, se ha negado desde siempre a pisar una plaza de toros. Todo lo contrario de lo que hace su hija Elena, mientras que ni el heredero de la Corona, Felipe, ni Cristina, parece que compartan el mismo desbordante entusiasmo de su hermana mayor por la mal llamada Fiesta Nacional.
Un separador tenaz.
La fiesta, según el editorial del periódico que dirige Pedro J. Ramírez –uno de los separadores más tenaces del Reino-, está “profundamente identificada con lo español”. He aquí otra falsedad periodística más que notoria, salvo que quien avala tamaña sentencia nos explique qué entiende él al referirse a “lo español”, mezclándolo con una ceremonia de violencia evidente. ¿Cree que las corridas de toros son una prueba identitaria de “lo español”? ¿Por qué? ¿Cómo se conjuga esa presunta españolidad taurina con todos aquellos españoles que -muchísimo antes de la prohibición de Canarias y la de Cataluña- han sido o siguen siendo severamente críticos con un espectáculo en el cual el torero se juega la vida, mientras el toro está condenado a morir de forma violenta y lenta para regocijo y felicidad de los aficionados?
Infanta rebelde.
El editorial termina situando “en las antípodas del Gobierno (…) a la infanta Elena que, ante el acoso al mundo taurino, tuvo ayer el valiente y significativo gesto de asistir a un festejo en la plaza de toros de Mallorca”. La petición explícita a La Zarzuela para que la Corona proteja las corridas de toros, a raíz de la prohibición catalana, surgió hace unas semanas del diario ultramontano La Gaceta, con amenazas incluidas si el Rey no interviene. Vemos que El Mundo, asimismo escorado a la derecha, también juega a lo mismo o a algo similar. De momento, han logrado que la Infanta Elena se convierta en una Infanta rebelde frente al Gobierno.
Pésimo camino.
Sería éste un pésimo camino. La Monarquía constitucional significa que el Rey debe adaptarse a la política del Gobierno de turno, más allá que le guste o no al monarca. En el ámbito taurino el Gobierno ha advertido que no prohibirá los toros, pero que no los protegerá, porque no se trata de “política de Estado”. La Infanta Elena no representa al Rey. Que haga, pues, lo que quiera, aunque la cordura o un mínimo sentido común tienden a señalar en casos como éste que toda cautela es poca. La discreción es recomendable en un régimen monárquico democrático. Tome nota, pues, la Infanta defensora de las corridas de toros y olé. Ella no es una ciudadana más. Y, si no, que se desprenda de sus privilegios. Que no son pocos.
PD. El ABC de este pasado, domingo, 15 de agosto, editorializa sobre La Corona y los toros. El rotativo de Vocento lo hace después de La Gaceta y El Mundo. Los tres periódicos, significativamente, coinciden en su respaldo a la derecha extrema -por donde circula el PP-, como es fácilmente comprobable. Se basa el editorial de ABC en un escrito remitido al Rey por Alfonso Guajardo-Fajardo y Alarcón, Teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.
El escrito “expresa a Don Juan Carlos su gratitud y reconocimiento por su decidida defensa de la Tauromaquia, puesta de manifiesto en múltiples actos”. Pero no en la actualidad más reciente, lo que no dice y lo que le lleva a Guajardo-Fajardo y Alarcón a solicitar subliminalmente al Rey que apoye ahora las corridas de toros.
Sin embargo el Rey –subrayémoslo una vez más- no se debe ni a sus aficiones personales ni a la presión de los ciudadanos amantes de los toros, cuando son mayoría -según las encuestas- los ciudadanos que rechazan el festejo taurino. Don Juan Carlos, como Rey constitucional, se debe a la política que al respecto fija el Gobierno de turno.
FUENTE: Enric Sopena, director de El Plural.
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1 comentario:
Todos sabemos del especismo de Pedro J. Ramírez, por tanto no es de extrañar su afición a maltratar animales para su disfrute personal. También todos sabemos sobre sus peculiares prácticas periodísticas con las que tergiversa la información a su conveniencia para hacerla más llamativa o bien para directamente mentir al lector.
Sin embargo, imaginemos que la Casa Real o el propio Rey se pronunciara al respecto en favor de las corridas de Toros. Este hecho no debería ser relevante para un demócrata, pues el Rey no debería ser nadie ante una decisión llevada a cabo en un parlamento democrático y máxime habiendo sido a propuesta de una ILP, la actuación más democrática que puede existir.
Por tanto, que el Rey influyera en este asunto sólo indicaría que , en efecto, en España no existiría una auténtica democracia, que parece que es lo que desearía el antropocéntrista y especista Pedro J. Ramírez.
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