
Habían transcurrido unos meses de la muerte de Franco, pero la libertad seguía prohibida. El 3 de marzo de 1976, era una fecha señalada en Vitoria. En enero, unos 6.000 trabajadores habían iniciado una huelga contra del decreto de topes salariales y en defensa de mejores condiciones de trabajo, y aquel día el paro era total.
A las cinco de la tarde estaba convocada una asamblea general en el lugar de costumbre, la iglesia de Zaramaga. Pero, en aquella ocasión, la Policía no estaba por la labor. Al menos, eso cabe deducir de una conversación grabada entre un mando y un agente que aún se conserva. "Haga lo que le había dicho"... "Si me marcho de aquí, se me van a escapar de la iglesia"... "Oye, no interesa que se vayan de ahí"... "Mándenos refuerzos, si no, no hacemos nada; si no, nos marchamos de aquí; si no, vamos a tener que emplear las armas de fuego".
Y así fue. La Policía asaltó la iglesia con 5.000 almas en su interior con gases lacrimógenos y material antidisturbio. Muchos de los congregados, presos del pánico, intentaron escapar por las salidas laterales y la puerta principal, donde les esperaban los agentes y sus disparos indiscriminados. Las balas ciegas segaron la vida de cinco personas: Pedro María Martínez Ocio, de 27 años; Francisco Aznar Clemente, de 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, de 19 años; José Castillo, de 32 años; y Bienvenido Pereda, de 30 años. Otras cien personas cayeron heridas."¡Buen servicio!", dejó grabado un mando policial. "Dile a Salinas que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Aquí ha habido una masacre... Pero, de verdad, una masacre".
Una masacre sin depurar con unos responsables directos perfectamente identificados. Así, es perfectamente factible asegurar que Fraga tiene las manos manchadas de sangre, al tiempo que campea (tambalea) libremente sin que nadie le exija responsabilidad penal alguna.
FUENTE (De Referencia): Diario Público.
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