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domingo, 31 de enero de 2010

El nuevo prelado de Donostia encabeza el Movimiento Loiola, grupo ultracatólico al margen de la Iglesia oficial gipuzkoana.

Los enemigos de José Ignacio Munilla, el nuevo obispo de Donostia, no olvidan su tiempo como cura de Zumarraga. Allí se separó de la línea oficial y creó su propia estructura: el Movimiento Loiola, un grupo ‘neocon’.

"Dios nos libre de un Obispo o de un superior con label ‘tres S’: muy Sabio, muy Sano y muy Santo, porque ‘nos mata’ a los que no lo somos”. Esta premonitoria frase apareció en el boletín del Seminario Diocesano de Gipuzkoa en mayo pasado.

Lo que era un secreto a voces, a finales de diciembre se convirtió en una auténtica declaración de guerra, plasmada con las firmas de 134 curas que, mediante una carta pública, cargaron contra el nombramiento del conservador José Ignacio Munilla como obispo de Donostia-San Sebastián. Su designación fue promovida directamente por el arzobispo ultra Rouco desde la Conferencia Episcopal y ratificada por el Vaticano.

José María Setién y Juan María Uriarte había "gobernado" la Iglesia gipuzkoana con el respaldo de la mayoría de los curas de este territorio, donde la ideología aberztale cuenta con un importante arraigo social. Munilla, formado en un seminario de Toledo, siempre estuvo alejado del nacionalismo vasco, tanto dentro como fuera de las estructuras eclesiásticas.

Y no hay cura de Gipuzkoa que no se lo siga cobrando. El ahora obispo donostiarra fue párroco en Zumárraga entre 1986 y 2006. Allí edificó las bases de una iglesia tradicionalista, distinta a la que construían el resto de los curas de Gipuzkoa, más identificados con una ideología nacionalista (abrumadoramente mayoritaria en sus bases, que oscila entre los postulados del propio nacionalismo vasco y la teología de la liberación).

Ante ellos, José Ignacio Munilla y su hermano Esteban, también sacerdote y responsable de contenidos de Radio María, plantaron un movimiento juvenil paralelo que controlaría las incipientes vocaciones religiosas y evitaría el contacto con el sector mayoritario. El grupo, nacido en 1989, fue bautizado como Movimiento Loiola. Hoy, sus minoritarios miembros están repartidos por Zumárraga, Donostía, Bilbao, la ribera de Nabarra y el noreste de La Rioja.

Son unos cuarenta fieles y a sus campamentos de verano acuden unos 150 más. Su base de operaciones sigue en la parroquia El Salvador de Zumarraga. El grupo fue registrado en 1992 ante el registro de sociaciones de la Consejería de Justicia del Gobierno Vasco, donde figura como una "asociación sin ánimo de lucro".

"Ante las autoridades eclesiásticas es presentada como una asociación privada de fieles, queriendo ser un movimiento que trabaje con niños, jóvenes y matrimonios", afirman en sus estatutos. Deben acudir a retiros mensuales, participar en ejercicios espirituales al menos una vez al año y rezar su oración cada mañana. Se desconoce si se atizan con un cinturón como hemos sabido que lo hízo el papa polaco y colaboracionista fascista.

La creación de este grupo reventó las relaciones con los curas afines a Setién y Uriarte. “Nuestro nuevo obispo ha creado en su entorno una iglesia paralela, de corte tradicionalista. Podríamos decir que ha actuado ilegalmente”, sostiene el sacerdote de Lasarte y director del Instituto de Ciencias Religiosas Pío XII, Xabier Andonegi, uno de los máximos detractores de Munilla. Asegura que el prelado “trató de que el anterior obispo, José María Uriarte, legalizara Loiola, pero le fue denegado”.

Según este párroco, Munilla impide que los jóvenes del grupo Loiola con vocación sacerdotal estudien en el seminario donostiarra. “Los envía a Toledo o Madrid, porque en el seminario de Donostia-San Sebastián estoy yo”, se queja. El nuevo jerarca gipuzkoano también diseñó sus contenidos para la catequesis, evitando utilizar los de la mayoría del clero de esta provincia. “Por sus obras les conoceréis, y a él ya le conocemos”, remata el cura Andonegi.

Hasta junio de 2008, el movimiento ultraconservador contó con un foro propio en internet. Munilla, que primero firmaba sus mensajes como cura de Zumarraga y luego como obispo de Palencia –donde permaneció desde junio de 2006 hasta su reciente designación–, era uno de sus principales protagonistas. Desde ese foro lanzó una campaña contra los laboratorios que fabrican la píldora del día después y se encargó de redactar la carta modelo para el boicot. “Ya sé que todos estamos súper liados y que nos falta el tiempo, pero os escribo porque pienso que lo que os propongo sería un inmejorable apostolado.

Se trata de una campaña para que las autoridades españolas no costeen con dinero público la compra de la ‘píldora del día después’, y sobre todo, una campaña dirigida a las empresas farmacéuticas para presionarles a que no comercialicen el fármaco”, decía en su mensaje, fechado el 7 de junio de 2001. En otra de sus intervenciones, promovió la creación de un partido político auténticamente católico y, en relación a un mensaje enviado al foro del Movimiento Loiola por un simpatizante ultraderechista, admitió que Falange Española y Comunión Tradicionalista Carlista (CTC) “han mantenido en su ideario los principios católicos de respeto a la familia”.

Sin embargo, Munilla se decantaba por “una plataforma mucho más amplia”. El Movimiento Loiola dejó de utilizar el foro virtual en junio de 2008. En el mundo real, sus actividades continúan centrándose en campamentos, excursiones y ejercicios espirituales. Ahora, con el regreso de su mentor a Gipuzkoa, sus seguidores creen que cobrará más relevancia. María Urrategi Jaca, una feligresa de la parroquia El Salvador recuerda al obispo como un cura “supercachondo”.

“Hacía juergas (peligrosa afirmación) con los chicos que venían a la confirmación. Los viernes hacíamos oración, e igual participaban sesenta jóvenes”, rememora. En la otra parroquia de Zumarraga no piensan lo mismo. Su encargado, Luis María Segurola, sumó su firma a la carta contra Munilla, en la que lo acusaron de tener “una trayectoria pastoral profundamente marcada por la desafección y la falta de comunión con las líneas diocesanas”.

Mientras, en la parroquia Resurrección de Donostia, el sacerdote Jesús Areso no oculta sus miedos. Lo tiene claro: “Tendremos que seguir con nuestra orientación, sin contar con él”. Los párrocos rebeldes creen que la designación obedece a una “estrategia política” de la Conferencia Episcopal para evitar que los templos de Gipuzkoa continúen desmarcados de la línea de Rouco Varela. “Nuestras diferencias están en el modo de entender el evangelio. No queremos una Iglesia llevada sólo por los presbíteros, sino que todo aquel que se sienta miembro pueda ejercer la responsabilidad que le corresponde”, afirma el sacerdote Jesús María Arrieta, uno de los 11 arciprestes vascos que impulsaron la carta contra Munilla.

Desde la parroquia de Tolosa, admite que puede haber “acentos distintos” entre Munilla y los prelados nacionalistas respecto al papel de la jerarquía eclesiástica en relación a las víctimas de ETA, a quienes el arcipreste define como “una consecuencia muy dramática y dolorosa de una situación de falta de paz”. “Tenemos que tener en cuenta esa falta de paz para poder entender y sanar a las víctimas”, subraya. Acto seguido, aclara que los sacerdotes condenan “la violencia como método”.Por su parte, el vilipendiado obispo y su movimiento han evitado responder a las críticas.

José María Urrategi Jaca, integrante del colectivo fundado por Munilla, dice que este sacerdote “no es nacionalista ni españolista”. Al parecer, mentir no es pecado, lo digo por la afirmación de que Munilla no es españolista. Es esa una cuestión que se debe dejar meridianamente clara. De este modo, bien cierto es lo que llegó a afirmar un dirigente nacionalista al decir que "a la derecha de Munilla... sólo está la pared". A esto, éste Editor precisaría el siguiente órden: Iceta, Munilla, Mayor Oreja y la pared.

Cuando el foro virtual de Loiola estaba en funcionamiento, el religioso dejó impreso un chiste sobre los carnívoros en la Iglesia católica que hoy sus partidarios recuerdan: “Viene un misionero que está en plena selva y se encuentra de bruces con un león que estaba hambriento. El misionero se pone de rodillas y empezando a rezar dice: «Dios, infunde a este pobre león sentimientos cristianos». Se oye un silencio… y de buenas a primeras el león se pone de rodillas, diciendo: «Padre, bendice estos alimentos que voy a recibir de tu mano generosa»”.

FUENTE (De Referencia): Danilo ALBIN para Semanario Interviú, 25.01.10

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