He recibido varios correos preguntando acerca de ¿qué es eso de la "Clá"?. Bueno, dicho así de una manera llana, se entiende por un grupo de personas que es contratado (o no) para ir a aplaudir, vitorear o animar a alguien.
Es una práctica antigua y, en política, la comenzó a utilizar el PSOE en la época de Felipe González. Sabido era que llenaban polideportivos y plazas de toros a base de llevar autobuses repletos de ociosos, parados, jubilados y perceptores del P.E.R. que se dedicaban a hacer bulto y aplaudir a rabiar a cambio del viaje, un bocadillo y un refresco. Quizás, alguno, a cambio de seguir percibiendo la citada prestación.
Cuando digo que comenzaron los socialistas de González, me refiero al período "democrático" ya que antes, estos grupos de "hinchas" eran también utilizados por el regímen franquista pero, en aquellas ocasiones, eran reclutados en fábricas, escuelas o dentro de la propia Administración más "por cojones" que por devoción o afección al propio franquismo.
La misma táctica fue adoptada por el PP al comienzo de la "Era Aznar". Fue en ese momento dónde se introdujo una novedad: el "Kit de llenaplazas" consistente en (además del preceptivo "bokata" y la lata de refresco) visera o gorra para el tendido de sol, banderola de plástico y cartelitos varios.
Y, como no, la táctica viene siendo usada por el aparato de la Casa del Borbón encargado de hacer "publicidad" de la Monarquía. Estos no dan "Kits" (al tiempo) pero si fletan viajes de aplaudidores profesionales. Bueno, más que profesionales, suelen ser estudiantes que se saltan un día de tediosas clases con el beneplácito del Centro Educativo de turno. Tal es así que, concediendo con la antepenúltima visita de Felipe y Letizia (con "Z") para inaugurar la Biblioteca de la Universidad de Deusto, trajeron dos autobuses de estudiantes de bachillerato procedentes de Cantabria. El objetivo: dar esa imagen de la juventud que aclama al heredero, la cercanía de este hacia ellos y, sobre todo, conseguir el aplauso y ovación de forma fácil... de una forma impensable en cualquier Instituto vasco.
Pero, vamos a ir al término, a la historia de "la Clá" teatral: Cuentan desde la página El Chafardero Indomable: "Cuando mozo, solía acudir junto a las puertas del Teatro Lara con el fin de conseguir una entrada de "clá" para asistir a la representación de la obra de turno. Allí, un andoba con puro (o sólo era "farias", que no distinguía yo entonces) nos vendía la entrada de gallinero a mitad de precio con la única obligación de aplaudir a la indicación de un propio que ocupaba una localidad estratégica. A los estudiantes amantes del teatro nos venían de maravilla aquellos descuentos para nuestros arguellados estipendios. La realidad era que pocas veces hacían falta las indicaciones, pues a mi pueblo venía el teatro justo y, o era muy bueno, o era rematadamente malo. Si era bueno aplaudías de buen grado y, si era malo, ni el jefe de "cla" se molestaba en aplaudir".
Esto de la "clá" era una costumbre teatral importada de los grandes coliseos europeos vinculados al género operístico. La vanidad y la rivalidad de los artistas de ópera había establecido la costumbre de distribuir unas localidades entre sus incondicionales con el fin de "romper el hielo" durante sus actuaciones, aplaudiendo ruidosamente en los pasajes que los propios artistas señalaban. Del libre albedrío de los artistas, pasó la costumbre a las empresas, ávidas de realzar a sus divos o para luchar contra la competencia de otros famosos artistas.
Es de justicia señalar que en las funciones de ópera, la mayoría del público de abono, las enjoyadas damas y los donosos caballeros muy puestos de frac, eran muy poco propicios a significarse con muestras de aprobación tales como los aplausos, que reputaban de verdadero "mal tono". Ellos pagaban y, con ello, no tenían por qué adscribirse a ningún género de manifestaciones de entusiasmo.
A no ser que el sentimiento fuera tan intenso como para alcanzar ese punto de enardecimiento que hace olvidar la compostura. Sí resultaba -por el contrario- de buen gusto juntar las enguantadas manos aplaudiendo sin hacer ruido en tal, o cual, momento y, siempre, en aquellos en que el "claquer" se rompía las suyas a fuerza de batirlas. Tal ruido era interpretado por la gente de alcurnia como una especie de servidumbre, homenaje propio de vasallos. De ahí que se titulase "alabarderos" (guardias de Corps) a los que integraban la "clá" de los teatros.
Gracias a ejercer de "alabardero" cuando jovenzano, pude disfrutar (y aprender) del oficio de Lemos, Merlo, Bódalo, Rodero, las Gutiérrez Caba, o la Riaza entre otros muchos por un módico precio. Ya no existe la "clá", (en el teatro me refiero, que los modernos alabarderos cobran nómina y comisiones) y no hay mozuelos junto a las puertas de los teatros media hora antes de la función para conseguir una entrada a mitad de precio con derecho a aplauso.
FUENTE: AMITE, Asociación de Amigos del Teatro (http://www.amiteatros.es), leído en El Chafardero Indomable.
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