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Si entre los plebeyos el tema es lo cara que está la vida y lo difícil que es llegar a fin de mes, entre la realeza ahora dominan las quejas sobre lo cicatero que se ha puesto el pueblo, suprimiendo asignaciones o congelando las destinadas a sus Majestades. Se diría que quieren imponer una cuota de crisis a la sangre azul.
En Bélgica, por ejemplo, se mantienen los fondos públicos para los reyes, para el heredero y para la reina Fabiola, pero el Estado se desentiende de los hijos segundones, Lorenzo y Astrid. No habrá ningún problema con la chica, que es más comedida, pero el escándalo puede aparecer por el hermano, que cubre de sobras el papel de garbanzo negro que hay en todas las grandes familias. Tiene 45 años, pero le gustan los coches de alta velocidad, que hasta ahora financiaba el Estado y, si quiere seguir con estos lujos, tendrá que ponerse a trabajar. Desde hace siglos es lo que hacen los hijos de las familias de a pie. Pero un primer empleo bien remunerado a su edad haría sospechoso de chanchullo su caso.
¿Es el final de la monarquías?. En Bélgica y Suecia no las ha de defender el equivalente de la Guardia Civil. Cargar al Estado con el mantenimiento de la mitad de la familia es dar la razón a los críticos. No por lo que cuesta, sino por lo que significa que el presupuesto sirva para fomentar la inactividad. Por el fuero, no por el huevo.
FUENTE: artículo de Josep Pernau en Blog de Iñaki Anasagasti.
ILUSTRACIÓN: los Países marcados en el mapa en color rojo se corresponde con los que -aún- soportan una monarquía.
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