En Gran Bretaña hay un organismo oficial que se llama Comisión para la Igualdad Racial (Commission for Racial Equality, CRE), cuyo cometido es investigar, denunciar y combatir todas las manifestaciones de discriminación racial del país, sea entre particulares, en empresas o en organismos públicos o medios de comunicación.
La CRE tiene ya poca vida: en octubre desaparecerá, pero no porque ya no haya discriminaciones por razón de raza ni porque sus miembros sean un hatajo de incompetentes, sino porque el Gobierno considera que no basta con combatir la discriminación racial, sino cualquier clase de discriminación.
La CRE tiene ya poca vida: en octubre desaparecerá, pero no porque ya no haya discriminaciones por razón de raza ni porque sus miembros sean un hatajo de incompetentes, sino porque el Gobierno considera que no basta con combatir la discriminación racial, sino cualquier clase de discriminación.
Así que en octubre la CRE será sustituida por la CEHR, siglas de Commission for Equality and Human Rights, Comisión para la Igualdad y los Derechos Humanos, dotada de funciones prácticamente ilimitadas en esta época en que el ideal de la libertad ha sido sustituido por el de la igualdad.
La CEHR será, sin duda, el paraíso de todos los paranoicos de la corrección política.
No sé si porque la CRE quería despedirse con una aparición estelar en los medios o porque no tenía muy buena información, el caso es que ha salido a denunciar a bombo y platillo un cómic de Tintín, concretamente el segundo que realizó, "Tintín en el Congo", publicado por entregas por primera vez en 1930.
Se da la circunstancia de que "Tintín en el Congo" ya sufrió correcciones importantes, no necesariamente todas de tipo antirracista, cuando Hergé redibujó su historieta casi por completo en 1946 para reducir las 110 planchas primeras a las 62 páginas que quería la editorial, suavizando sobre todo los aspectos colonialistas, muy acusados en ese tebeo porque Hergé era belga, y el Congo era entonces colonia de Bélgica.
A pesar de esas modificaciones, en los años 50, cuando el anticolonialismo ya era una fiebre, se organizó una campaña contra "Tintín en el Congo" hasta el punto de que era difícil encontrarlo en las librerías, pero fue justamente en el Zaire (el ex Congo belga) donde se volvió a editar, con lo que cesó el boicot, y el perseguido cómic pudo reintegrarse a la vida normal. A pesar de todo, en algunos países está prohibido, como en China, y en el Reino Unido no ha dejado de tener dificultades.
Sorprende, como digo, que la CRE la haya emprendido con "Tintín en el Congo", reeditando un acoso más viejo que la tos. Pero si quería notoriedad para despedirse, ha triunfado, como lo prueba el hecho de que aquí esté yo escribiendo sobre este asunto, con la que está cayendo.
A partir de octubre, pues, los británicos tendrán la inmensa fortuna de que, al ser sustituida la CRE por la CEHR, no sólo tendrán prohibido "Tintín en el Congo", sino también todas las películas de los años 30, 40, 50 y 60, con prolongación muy probable a los años 70, 80 y 90, en las que los actores no hacen más que fumar y beber como cosacos, lo cual es intolerable.
Todas las revistas y páginas web de cine borrarán de sus archivos a Mitchum, Bogart, Welles y la legión de corrompidos fumadores y bebedores antisociales que ha poblado las pantallas de todo el mundo, a no ser que se destinen recursos suficientes para "re-masterizar" digitalmente todas las escenas de fumeteo y bebercio, y esos mitos cinematográficos acaben siendo clónicos de Kojak con su chupachups en la boca.
¿Tonterías? De eso, nada. Lucky Luke, el héroe del cómic ideado por Goscinny y dibujado por Morris, un día dejó de pasearse por el Oeste con su eterno pitillo colgando de los labios y hubo de sustituirlo por una ramita.
Si los idiotas volasen no se vería el sol.
La CEHR será, sin duda, el paraíso de todos los paranoicos de la corrección política.
No sé si porque la CRE quería despedirse con una aparición estelar en los medios o porque no tenía muy buena información, el caso es que ha salido a denunciar a bombo y platillo un cómic de Tintín, concretamente el segundo que realizó, "Tintín en el Congo", publicado por entregas por primera vez en 1930.
Se da la circunstancia de que "Tintín en el Congo" ya sufrió correcciones importantes, no necesariamente todas de tipo antirracista, cuando Hergé redibujó su historieta casi por completo en 1946 para reducir las 110 planchas primeras a las 62 páginas que quería la editorial, suavizando sobre todo los aspectos colonialistas, muy acusados en ese tebeo porque Hergé era belga, y el Congo era entonces colonia de Bélgica.
A pesar de esas modificaciones, en los años 50, cuando el anticolonialismo ya era una fiebre, se organizó una campaña contra "Tintín en el Congo" hasta el punto de que era difícil encontrarlo en las librerías, pero fue justamente en el Zaire (el ex Congo belga) donde se volvió a editar, con lo que cesó el boicot, y el perseguido cómic pudo reintegrarse a la vida normal. A pesar de todo, en algunos países está prohibido, como en China, y en el Reino Unido no ha dejado de tener dificultades.
Sorprende, como digo, que la CRE la haya emprendido con "Tintín en el Congo", reeditando un acoso más viejo que la tos. Pero si quería notoriedad para despedirse, ha triunfado, como lo prueba el hecho de que aquí esté yo escribiendo sobre este asunto, con la que está cayendo.
A partir de octubre, pues, los británicos tendrán la inmensa fortuna de que, al ser sustituida la CRE por la CEHR, no sólo tendrán prohibido "Tintín en el Congo", sino también todas las películas de los años 30, 40, 50 y 60, con prolongación muy probable a los años 70, 80 y 90, en las que los actores no hacen más que fumar y beber como cosacos, lo cual es intolerable.
Todas las revistas y páginas web de cine borrarán de sus archivos a Mitchum, Bogart, Welles y la legión de corrompidos fumadores y bebedores antisociales que ha poblado las pantallas de todo el mundo, a no ser que se destinen recursos suficientes para "re-masterizar" digitalmente todas las escenas de fumeteo y bebercio, y esos mitos cinematográficos acaben siendo clónicos de Kojak con su chupachups en la boca.
¿Tonterías? De eso, nada. Lucky Luke, el héroe del cómic ideado por Goscinny y dibujado por Morris, un día dejó de pasearse por el Oeste con su eterno pitillo colgando de los labios y hubo de sustituirlo por una ramita.
Si los idiotas volasen no se vería el sol.
FUENTE: EUROPA PRESS. Publicado el sábado, 14 de julio de 2007
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