Durante la Batalla de Santander, y ante el rápido avance de las tropas franquistas, las líneas de defensa se hunden y cunde el pánico en el Bando Republicano, siendo numerosas las deserciones.
En Santoña se fueron concentrando, por orden del PNV, tres batallones vascos ligados a este partido que habían abandonado sus posiciones y a los que posteriormente se sumarían otros doce.
Tras la caída de Bilbao y las últimas plazas que controlaba el Gobierno Vasco, Juan de Ajuriagerra (presidente del Bizkai Buru Batzar del PNV), había estado negociando, durante varios meses, un acuerdo de rendición con el mando italiano, ignorando posiblemente el dictamen del Lehendakari José Antonio Agirre. En estas circunstancias se llegó a un acuerdo a espaldas del Gobierno de la República, en esos momentos con sede en Valencia, por el que el Ejército Vasco se rendiría a cambio de que sus militantes fueran considerados prisioneros de guerra bajo la soberanía italiana, permitiendo evacuar a los dirigentes políticos, funcionarios vascos y a los oficiales que lo deseasen por mar en los buques ingleses Boby y Seven Seas Spray.
El pacto no llegó a su término, en parte debido al retraso de la llegada de los buques de evacuación y al ser desautorizado finalmente desde el Alto Mando sublevado de Burgos, que ordenó inmediatamente el internamiento de los republicanos en la prisión de El Dueso (Santoña).
Hacia noviembre, cerca de 11.000 gudaris habían sido puestos en libertad, 5.400 estaban integrados en batallones de trabajo, 5.600 en prisión y se habían dictado 510 sentencias de muerte. A pesar de estas cifras, la represión no alcanzó en esta zona la dureza aplicada en otras regiones.
Las razones de esta postura, si bien no están muy claras, podrían ser que la pérdida del territorio privó de motivos para luchar al Ejército Vasco, aunque sus dirigentes arguyeron la responsabilidad del Gobierno de la República al no haberles enviado aviones para hacer frente a la ofensiva de las tropas golpistas de Franco.
No obstante, no parece factible que el ministro de Defensa republicano, Indalecio Prieto, no brindara los recursos necesarios para impedir la caída de la ciudad y de su "Cinturón de Hierro".
Es evidente que la convivencia de dos milicias radicalmente diferentes, una la nacionalista al mando del PNV de carácter conservador y católico y otra la compuesta por seguidores de la izquierda y anarquistas (muchos de ellos participantes en la Revolución de 1934), era difícil y la realidad es que no había relación alguna entre ellas, pese a las órdenes expresas de formar brigadas mixtas.
Este hecho ha permanecido durante mucho tiempo en silencio por ambas partes. Los republicanos no querían reconocer la traición de parte de sus tropas y los franquistas se resistían a admitir que una fuerza extranjera actuaba de manera autónoma y se permitía establecer negociaciones con el enemigo a sus espaldas.
Pasado el tiempo ha llegado a alcanzar gran trascendencia política e ideológica
, siendo muy polémico al señalarlo unos como una traición del Partido Nacionalista Vasco a la República y otros como de la Propia república al Ejército Vasco.Aquí está la respuesta a los interrogantes planteados por el "sucesor" de Manuel Montero en El Correo, Imanol Villa, el domingo día 26 de agosto. Todo es ver la historia de una forma u otra y, de la forma que plantea el Grupo Vocento la historia de Euzkadi es más que sospechosa habida cuenta que deja caer varias posibilidades en relación con el citado "Pacto".
A Villa nadie le discute su valía como historiador pero, dejar "cogido con hilos" sembrando la duda interesada, antinacionalista y posibilista cuando habla de "Traición, salida honrosa o rendición" y afirmando (más bien subrayando) que los intentos de acuerdo que los nacionalistas vascos intentaron con los italinos en agosto de 1937 se saldaron con un estrepitoso fracaso no tiene rigor historiográfico alguno siempre y cuando, en vez de buscar los porqués, se expongan conjeturas (3) cuyo fin último parece el desprestigio hacia la actitud de los entonces dirigentes nacionalistas vascos.
Las fuentes que yo manejo (nada sospechosas) son la de Xuan Cándano (con la portada de una publicación suya ilustro el presente artículo) y la de José Luis de la Granja.
Un historiador no puede tener tantos interrogantes más que si le interesa sembrar duda o tenerlos, así por que sí, de una forma interesada o de la forma que el Grupo Vocento quiere ver la historia vasca: la que le puede gustar a Bergareche. Curiosamente, al parecer, también es la historia que se ha dado por buena desde el primer Gobierno socialista de de Zapatero. Más adelante explicaré por qué.
Si a esto unimos testimonios de primera mano, no tardaremos en llegar a la conclusión de que lo acontecido puede perfectamente ser catalogado como una traición al sector del Ejército Vasco controlado por el PNV por parte del Gobierno de la República y, más concretamente, por parte del entonces Ministro de Defensa, Indalecio Prieto.
Éste privó al ejército Vasco de unos medios prometidos en varias ocasiones (fuerza aérea). Luego vino lo demás y, como premio a este "ilustre personaje" "tan ligado a Bilbao", una de las primeras medidas del Ministerio de Fomento del Gobierno de Zapatero fue la de cambiar el nombre de la Estación de Ferrocarriles de Abando (popularmente conocida como "La Estación del Norte") por el de Estación Indalecio Prieto.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA:
Cándano, Xuan. El pacto de Santoña (1937): La rendición del nacionalismo vasco al fascismo. La Esfera de los Libros. Madrid. 2006 ISBN 84-9734-456-1.
Granja Sáinz, J.L. de la Entre el pacto de San Sebastián y el de Santoña (1930-1937) en Historia 16 271 (1998).
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