La salvajada de Tordesillas, Marca España.

Es lo que hay. Se puede protestar enérgicamente todos los años pero nadie quiere meter mano ante un publicitado y retransmitido episodio anual de violencia hacia un animal indefenso. Violencia ejercida por una masa enloquecida de presuntos seres humanos con ganas de ver sangre y sufrimiento. Episodio que se ve desde Europa de una forma entre alucinante y aterradora. En todo caso, como algo inconcebible enmarcado en esa amalgama de supuestas tradiciones anacrónicas denominada "Marca España".

Pero qué se puede esperar de un puñado de pueblerinos embrutecidos si su primer mandatario local (el miembro de PSOE José Antonio González Poncela) alenta semejante ceporrada diciendo que "El toro siente dolor, pero no sufre". Para entendernos, atribuyendo, de una forma ignorante,la cualidad del masoquismo a un animal. Todo vale para este tipo con el fin de justificar lo injustificable. Si este tipo de sujetos dirige, imagínense a los dirigidos...

Y los que justifican esa salvajada (que al no ser tauromaquia se encuadra perfectamente en un ilícito penal) hablan de una tradición de hace siglos. Gran mentira. El documento que les adjunto data del año 1966 y les puede dejar con la boca abierta. Es ésta la prueba documental de lo que realmente era el Toro de la Vega y en lo que se ha convertido para "distracción" de un puñado de patanes locales y otro puñado de sádicos visitantes. Demuestra, pues, que esa denominada "tradición" no es otra cosa que una deformación del "festejo" original (por llamarlo de alguna manera). En resumen, una auténtica demostración pública de salvajismo en estado puro, un acto que deja sin palabras a cada vez más personas en todo el mundo que, sin quererlo, identifican a este precioso pueblo vallisoletano con el domicilio de una especie de tribu de cenutrios. ¡Una lástima!