Concretamente 8 minutos con 51 segundos fue el tiempo utilizado por el heredero de Franco para no decir NADA en otro de sus tediosos discursos navideños en el que destacaron más las ausencias que las aportaciones. En todo caso, una puesta en escena milimétricamente diseñada, con sus guiños, su guión artificial y ajeno a la ciudadanía, con sus subliminales tomas y sus mensajes velados.
Un clásico televisivo navideño que, afortunadamente, cada vez siguen menos ciudadanos. No interesa lo que dice ese señor. Y no interesa, más que nada, porque, por decir, nunca dice NADA.
Cómo va a interesar lo que dice un individuo que vive -nunca mejor dicho- "a papo de rey". Un señor al que no le interesan poco más que sus juergas, sus amigotes, sus cacerías, sus amantes, sus yates, sus esquíes y, de forma muy especial, amasar ávidamente cientos de miles de euros en comisiones por negocios más bien turbios de los que no da cuenta a nadie porque no tiene esa obligación. Sabemos que es por Ley irresponsable. ¿Bonito eh?, ¿De dónde ha sacado semejante patrimonio cuando sabemos lo que el Estado le ha aportado y cuando sabemos que llegó de Estoril "con una mano delante y otra detrás?
El del último 24 de diciembre fue el discurso más corto de la última década con un total de 1.086 palabras y que podríamos analizarlo como uno de los más pobres en contenido que se recuerden. Retórico, hueco y situado fuera de la realidad al evitar señalar conscientemente las causas y los culpables de la recesión económica, el incremento del paro, de la pobreza o de los desahucios.
Al final del mismo acabó de reconocer por primera vez que es "nuestro" rey desde hace 37 años. Muy democrático eso de ser Jefe del Estado desde 1975 sin pasar por consulta alguna. ¿No es normal que un Jefe de Estado se someta al refrendo de sus "súbditos" tras 37 años de estar ahí porque sí, por la "gracia" de un militar sublevado?
En resumen, no pude observar la menor intención de de autocrítica por parte del jefe de un Estado cuya ciudadanía atraviesa uno de los peores momentos de su historia reciente. No puede pretender dar consejos sobre ética social desde una institución que no ha sido precisamente el mejor ejemplo por un casos por todos conocidos y que ya parecen haber desaparecido de sus preocupaciones por "arte de Birli y Birloque".
Para colmo, como quién estuviese leyendo un guión redactado en Moncloa en vez de en Zarzuela, justificó los recortes mientras no aportó ningún mensaje sobre la necesaria salida justa y social a la crisis, limitándose a hablar de términos abstractos como la confianza y el sufrimiento que hay que soportar ahora para el bienestar de mañana. Cómo se nota ese distanciamiento de la sociedad. No será él ni su trouppe quiénes acusen ese sufrimiento así como tampoco son quiénes inspiran ningún tipo de confianza.
No es hasta el final del discurso cuando deseó una "Feliz Navidad para todos". Y lo hízo en su nombre, sin citar en ningún momento a su familia. En todo el mensaje solo hubo una referencia a "la Corona" y alguna a su persona, pero ni siquiera mencionó al heredero, al que sí hizo un guiño en 2011. A la reina no la nombra desde 2009. Normal.
Pese a que después pidió que no se "personalizara", tal y como hizo la Prensa con su yerno Iñaki Urdangarin, el monarca dijo en el mensaje de 2011 que cualquier actuación censurable de personas con responsabilidades públicas debía ser "juzgada y sancionada con arreglo a la Ley", porque "la Justicia es igual para todos". Esa Justicia, tantas veces mentada el año pasado, no ha encontrado sitio este pasado lunes; sí la "ética personal y social" referida a la clase política, lo que denominó como "la política con mayúsculas". Algo que sólo han aplaudido con las orejas el PP y el PSOE, que no son otra cosa más que los cortesanos del siglo XXI.
Tampoco han habido referencias a ETA ni a las víctimas del terrorismo, dos elementos que no habían faltado en los mensajes de los últimos años, cuando el monarca pidió en Nochebuena que entregaran "sus armas asesinas". Alguien, entonces, llegó a escribir que, sin armas asesinas él jamás hubiese sido nombrado heredero a título de rey.
Hay otra expresión que era recurrente en los mensajes de Nochebuena, la que hablaba del "orgullo y satisfacción" de pertenecer a un país como España. Esta vez no ha habido referencia a esto, aunque sí al "pesimismo" (dos veces) y, una vez más, a la "crisis" (seis veces). Tampoco se refirió a los últimos doce meses: más que un balance del año lo hízo de uno de nuestros "momentos más difíciles", así, en general.
Tampoco citó a los inmigrantes ni, por ejemplo, a la "educación", palabra que había pronunciado expresamente en los últimos años como valor fundamental de la sociedad. Seguramente, sin el ministro Wert y su "españolización" por medio, lo hubiese hecho.
Sí encontraron un hueco en el mensaje los famosos "mercados internacionales". Y también la confianza, que vuelve al discurso en cuatro ocasiones.
Lógicamente no díjo nada sobre su salud, a pesar de que este año ha sido operado dos veces. La primera intervención tuvo lugar después del "accidente" en Botswana mientras cazaba elefantes con Corinna, episodio tras el que ya pidió perdón en un inédito gesto: "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir", dijo al salir del hospital en abril, un recuerdo no contemplado esta Nochebuena, como otros de este annus horribilis de la casa real.
El respeto a la Ley está bien, pero también lo está el respeto a la voluntad popular. Y esa voluntad (por ejemplo, la que Pueblos como el vasco o catalán quisieran libremente expresar) se encuentran con una manifiesta oposición por parte de quién ostenta el mandato encomendado por su mentor de dejarlo todo bien atado y velar por la unidad indivisible de esa Patria grande y libre: el propio rey Borbón, el mismo que invocó a las libertades.
Ni un triste Eguberri On, ni un Bon Nadal, ni un Boas Festas. Nada. Le da urticaria o algo por el estilo. Eso sí, si hay que hablar de la riqueza plirilingüística del Estado, de la realidad plurinacional... se habla pero no se práctica. Como todo lo que hace o díce, nada puede basarlo en la práctica ni en el ejemplo.
Para hacerle esos recados, ya tiene a emisarios o comisarios políticos estratégicamente ubicados. Sin ir más lejos, en Euskadi aún tenemos a un paracaidista a los mandos de la Radiotelevisión Pública vasca. Cuesta trabajo entender cómo un director de un Ente público desoye la opinión del partido mayoritario y del segundo que ejerce de primera fuerza política de la Oposición. Al Sr. Surio se le indicó incluso el criterio de la Presidencia del Gobierno Vasco en boca de su portavoz y consejero Erkoreka. Pues nada, como el que oye llover.
Y, es que deben ser cosas de estómagos agradecidos, de trepas, de "paga-favores" eso de morir con las botas puestas. también suena a rabieta infantil del que no olvida lo del mapa del tiempo. Pinta de sirviente de palacio ya sé que tiene el tal Surio éste pero, de ahí, de obedecer lo dictado por su dueño y señor, a hacer caso omiso a la máxima Instancia política vasca va un considerable trecho. No creo que séa cuestión de indisciplina ni mucho menos de profesionalidad. Lo de Surio, a falta de lo anterior, se llama vulgarmente "rebote". Tampoco le echaremos en falta.
Mucho me temo que va a ser el último discurso navideño que veamos los vascos en nuestra televisión. El que quiera verlo, que está en su perfecto derecho (y no será por falta de cadenas de televisión que retransmitan la "patotxada" anual del Sr. Borbón), que lo vea y que disfrute. Yo, paso. Para no oír ni ver NADA, me inclino por un zurito con la cuadrilla o la familia. Creo sinceramente que es una actividad más productiva para una tarde de Nochebuena o para cualquier otra tarde del año.
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