Euskadi. En frente de la tradicional fascinación nacionalista para las cosas de Euskadi, la última moda en Cataluña es decir que los vascos y nosotros somos realidades diferentes, tan diferentes que no somos ni siquiera del mismo hemisferio, y que no hay nada a hablar ni estrategias a coordinar con una gente que no son de fiar porque "siempre acaban yendo a la suya".
Claro, los vascos no tienen nuestra generosidad ni nuestra altura de miras, por eso ellos se aseguraron la pervivencia del régimen foral y nosotros, convencidos-como siempre -que podíamos arreglarEspaña, ayudamos a parir la chapuza del estado de las autonomías, el café para todos al que atribuimos-en buena hora-todos nuestros males.
Dios me guarde de sentir envidia de la situación en Euskadi, de la sangre derramada y del rencor que les queda por aclarar, pero todos los que quieren que Cataluña avance por el camino de una cierta soberanía deben seguir muy de cerca lo que pase en el mundo abertzale. Si tenemos pretensiones similares, tendremos más fuerza yendo de la mano. No hay nada que haga más miedo en Madrid.
Europa. Todavía más, si la causa catalana se ha de abrir camino, ya es hora de que se busquen alianzas poderosas en Europa. El Viejo Continente detesta la idea de modificar las fronteras internas, no será nunca un rompecabezas multicolor, ni se desprenderá nunca de los estados (al contrario, si todo va bien centralizará las decisiones macro-económicas). Pero tampoco se puede permitir seguir indefinidamente con heridas abiertas en Cataluña, Euskadi, Escocia y Flandes.
Estos cuatro territorios tienen perfil nacional y aspiraciones soberanistas. Quieren participar con voz propia en la construcción del espacio político europeo. Y deberían ser capaces de plantear su pleito de manera unitaria y dar a Bruselas la oportunidad de resolverlo de una sola tacada. Es mucho más realista que presentar un mapa étnico de naciones irrealizables como Occitania y el Tirol, o bien una estrategia regionalista como la que se inventó Jordi Pujol en los años ochenta y noventa, mezclando lands, entes autónomos con capacidad legislativa y simples provincias en un lobby sin sustancia ni gracia.
Cafeteras. Para tener fuerza y eficacia en sus reivindicaciones, Cataluña debe reivindicar su especificidad. Sino, el gobierno español de turno nos saldrá con la canción de siempre: "Si os lo damos a vosotros también se lo tenemos que dar a los otros dieciséis, y eso no es viable". Un argumento que los burócratas de Bruselas podrían aplicarse en la UE aún con más motivo. Cataluña, pues, debe olvidarse de promover soluciones genéricas. Pero que defendemos nuestra propia vía no quiere decir que nos aislemos de nuestros aliados potenciales, tanto en España como en Europa.
Los conflictos nacionales a escala continental son pocos y están localizados. Hay que enumerar para que nadie más intente diluir en un magma territorial inextricable.Cataluña, Euskadi, Flandes y Escocia tienen que hablar y coordinar esfuerzos. Necesitamos sustituir el aguado café para todos por un café para quien quiera. Serán pocas tazas y el contenido será más sabroso.
FUENTE: Texto original en catalán http://www.ara.cat/ara_premium/contraportada/Cafe-vulgui_0_577742224.html TRADUCCIÓN: Sergi Cristóbal Jané.
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