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Pero el reproche a López por la mansedumbre y la resignación con las que acató o tuvo que acatar el acuerdo presupuestario que el PNV suscribió en Madrid con la cúpula de su partido, ha causado estado entre nosotros, pasando a formar parte del libro de estilo con el que la intelligentsia ortodoxa e hipercorrecta identifica los aspectos más negativos de la, por la demás, brillantísima gestión que, a su juicio, ha desarrollado el Gobierno pepedependiente del de Coscojales durante los últimos dos años. Resulta fácil de comprobar cómo, al franquear el ecuador de legislatura, fueron numerosos los evaluadores que lamentaron con singular amargura el hecho de que hubiese tenido que tragarse “sin rechistar la dosis de sapos que Zapatero le ha incluido en su dieta al pactar con el PNV” o lo hipotecado que quedó su liderazgo como consecuencia de “la negociación PNV-Zapatero”.
Lo que ni Basagoiti ni el ejército de baluartes de la corrección recriminan a López es la perruna sumisión a la que le sujetan los propios populares vascos cada vez que se atreve a levantar el dedo para sugerir alguna iniciativa que a ellos les resulta sacrílega. Cuando López aseguró, hace ya más de un año, que estudiaría la posibilidad de promover una reforma estatutaria, Basagoiti hizo chasquear en tono amenazador el látigo de los domadores y el inquilino de Ajuria Enea agachó inmediatamente la cabeza, en un gesto de infinita mansedumbre que expresaba obediencia y respeto. No ha vuelto a hablar sobre el tema. Los populares vascos han sometido a las huestes de López a humillaciones públicas similares con ocasión de algunos proyectos de notable valor emblemático. ¿Qué bilbaino no recuerda el modo en el que terminó el debate sobre el nuevo San Mamés? Con Basagoiti haciendo callar y rectificar a los corifeos de López, que no hacían más que poner peros.
El otro día volvimos a vivir un episodio similar. Los socialistas hicieron un amago cauteloso de avanzar por la ruta sugerida el pasado domingo por el propio López, cuando declaró que ETA y Sortu no son lo mismo, pero la seca advertencia de Basagoiti les hizo recular ostensiblemente, dejando patente su servil subordinación a los populares .
¿Qué se le va a hacer? Cuando exhiben el mapa político de España a los socialistas les enorgullece enfatizar el hecho de que el mapa de la Comunidad Autónoma Vasca está teñido de rojo. “En Euskadi -dicen- gobernamos nosotros”. Pero ese placer –falso placer, porque los socialistas sólo pueden gobernar en Euskadi si se lo permite el PP, en cuyas manos pusieron, en los albores de la legislatura, la llave de poner y quitar lehendakaris- tiene un coste. Un coste muy alto. El de las humillaciones derivadas de la pepedependencia.
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