Tengo un gran respeto por las personas que como en el caso de Aberriberri escriben artículos de opinión política. Creo que todas las personas que tenemos responsabilidades de dirección política debemos ser capaces de enfrentarnos a aquellas cosas que decimos en público, mirarnos en el espejo de ponerlo por escrito, y preguntarnos a nosotros mismos si somos capaces de mantenerlo negro sobre blanco.
Por eso debo advertir que este post que lleva mi firma necesita de una aclaración, ya que no fue concebido como artículo. Cuando pude repasar la transcripción de mi intervención en la inauguración de la sede nacional de Hamaikabat en Donostia, peiné ligeramente la transcripción con el objetivo de hacerla más legible, poder extraer las ideas centrales y hacer el ejercicio de coherencia que menciono más arriba. Me gustaría realizar este y otros ejercicios de coherencia con todos los lectores y participantes del foro Aberriberri, comenzando con el tema hoy central del debate político vasco: ese intento por parte de ETA y la IA ilegalizada de marcar la agenda de todos nosotros. Aquí os pongo mi intervención a debate y me someto a vuestra opinión.
Sobre el actual panorama político vasco, últimamente marcado por los acontecimientos relativos a la autodenominada izquierda abertzale, decíamos desde Hamaikabat que ETA y el “proceso” se parecen cada vez más a una telenovela. ETA y la “izquierda abertzale” nos están acostumbrando a su entrega semanal de “la historia vista desde su prisma” y, sinceramente, algo triste está pasando cuando, una vez más y muy a nuestro pesar, ETA y su entorno político consiguen marcar la agenda política y mediática de arriba abajo.
Sin negar que se están produciendo movimientos importantes en la política vasca, y que eso merece sin duda un análisis sosegado, creo que cualquier observador de la política vasca puede confirmar que estamos ante una estrategia perfectamente establecida; perfectamente sincronizada entre ETA y la “izquierda abertzale”.
Hace poco más de un año conocimos un importante documento de ETA en torno a su 50 aniversario. Reclamaban aquello que según ETA se está cumpliendo ahora. Reclamaban que si en 1959 ETA fue la “explosión generadora de una Alianza Popular, ahora hay que crear un nuevo sujeto que construya una Alianza renovada: la ‘nación organizada’”. Este documento fue un punto de inflexión y, poco a poco, asistimos a la puesta en marcha de esta estrategia que ETA reclamaba para su entorno. Más allá, ETA está tratando de poner en marcha un proceso adjetivado como “democrático”, y, aunque es obvio que sobre democracia ETA tiene pocas lecciones que dar, duele reconocer que está teniendo un éxito importante entre cierta sociología nacionalista.
Ofrecen un “proceso democrático” y se erigen como garantes del mismo. Persisten en su empeño de tutelar todo proceso de normalización política y, además, siguen insistiendo en realizar un delirante relato de la historia según el cual “lo que se ha avanzado en construcción nacional durante las últimas décadas es gracias a ETA”. La mayoría social vasca, y la mayoría de los abertzales, tenemos claro que todo lo que se avanzado en construcción nacional ha sido precisamente a pesar de ETA.
Cuando ETA comenzó su telenovela particular, en Hamaikabat hemos tenido claro que debemos ser exigentes. La postura ha sorprendido a analistas y observadores del nacionalismo. Sin embargo para Hamaikabat no cabía otra posible respuesta desde el punto de vista del nacionalismo de cauce central. En este país ser abertzale ha significado ser exigente en materia de Libertad ante quien la cuestiona. Y en este momento al nacionalismo le toca ser exigente para que no se sacrifique la Libertad en el altar de una “paz tutelada”
El nacionalismo integrador ni puede ni debe aceptar la tutela de ETA, ni puede ni debe aceptar el relato histórico que tratan de imponer ETA y su entorno político. Y debe hacerlo por convicción, pero, sobre todo, por responsabilidad.
Desgraciadamente, el cálculo político de unos, la desorientación de otros y hasta la perversión de que “todo vale para acumular fuerzas” han provocado que algunos rebajen sus exigencias ante ETA. Nos preocupa especialmente una especie de tautología retórica que se está poniendo de moda en cierta sociología abertzale, y que dice que “cuanto más exigentes o menos ingenuos somos con ETA, somos menos abertzales”. Se ha hablado mucho históricamente de las pistas de aterrizaje. Podemos recordar que era un término que en la época de Lizarra-Garazi se utilizaba mucho, y de todo se aprende. También de los fracasos. Es posible que exista, y lo digo con muchos matices, la necesidad de poner una pista de aterrizaje a ETA para que deje de una vez las armas. Pero es que algunos confunden la pista de aterrizaje, y lo han hecho en el pasado, con una pista de repostaje. Y otros también dentro del nacionalismo confunden la pista de aterrizaje con ponerle alfombra roja, banda de música y aurresku de honor
Pero ETA no tiene el beneficio de la duda. Con ETA no se puede mirar hacia otro lado. De hecho, no hay nada más patriótico, no hay nada más abertzale, que construir la paz con cimientos verdaderos y eso se hace siendo absolutamente exigentes con ETA.
La Euskal Herria libre en una nueva Europa, que, a pesar de ETA, estamos construyendo para el futuro, necesita verdaderos cimientos de paz y normalidad. Como demócratas y como abertzales, no podemos aceptar que en el futuro alguien llegue a pensar que estos 50 años de miseria han merecido la pena y eso sucederá si se construye la paz por procedimientos débiles y falsos. Desde Hamaikabat no vamos a consentirlo, aunque nos quedemos solos.
Se está hablando mucho de “verificación” del cese de la violencia. Y ésa será la prueba del agodón del “nacionalismo exigente”. Los impulsores del “proceso” proponen expertos extranjeros dispuestos a verificar que aquí se ha alcanzado la paz o que ETA ha renunciado a la lucha armada. En Hamaikabat nos parece muy bien que haya gente importante a lo largo del mundo dispuesta a echarnos una mano para conseguir la paz. Pero también insistimos que contamos con Instituciones democráticas construidas por este pueblo. Que cada ciudadano podrá ser exigente, y que aquí no podemos hablar de una paz definitiva hasta que el último ciudadano o ciudadana de Euskal Herria verifique que puede ir paseando por donde le apetezca sin que nadie le insulte o le amenace, y hasta que el último concejal o alcalde de Euskal Herria pueda convocar plenos con tranquilidad sin que nadie tenga a bien boicotearle los plenos.
Ser exigentes con la libertad, ser exigentes contra las amenazas y las coacciones forma parte del acervo nuclear del nacionalismo de cauce central. Tal y como nos indicaba el Lehendakari Agirre en el XXVIII Aniversario de la constitución del Gobierno de Euzkadi, recordando el acierto de Arturo Campion en su defensa del derecho frente a la derogación de las libertades vascas: “Entre la libertad y la tiranía, entre el derecho y la violencia no cabe neutralismo de clase alguna”. Ésa ha sido nuestra doctrina
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