En el romántico final, propio asimismo de tragedia de Shakespeare, de 'Robin y Marian', la espléndida película que Richard Lester rodó en España en 1976, Sean Connery, un veterano Robin Hood, está herido de muerte tras el duelo con el 'sheriff' de Nottingham. Su amada Marian, Audrey Hepburn, le da una copa con un veneno del que ella también bebe.
Cuando Robin se percata de lo que va a suceder, pide a Little John que le dé su arco. Y mientras lo tensa y antes de lanzar una flecha por la ventana de la torre donde yace, le dice: «Entiérranos donde caiga la flecha». Eso es una tumba.
En una mítica película de aventuras que me encantaba de chaval, 'Beau Geste' -William Wellman, 1939, basada en la famosa novela homónima de P.C. Wren-, Gary Cooper cumple con su hermano el rito funerario acordado por la familia de que será enterrado -o incinerado, no recuerdo- con un perro a los pies, sustituyendo al perro, que no hay, por el cadáver del malvado sargento de legionarios, Akim Tamiroff.
Me acordaba de estos novelescos destinos funerarios, sobre todo de lo del perro, al leer la noticia de que 33.832 personas -12.409 no identificadas- están enterradas en la mayor fosa común que se conoce en España, la del Valle de los Caídos. Al más puro estilo de megalomanía faraónica, Franco quiso que esta nutrida representación de fusilados en paseíllos al comienzo de la Guerra Civil y represaliados de posguerra le esperaran en la desaforada cripta a modo de masivo séquito mortuorio.
Nunca dejará de asombrarme hasta dónde pueden llegar las expresiones de delirio de grandeza de los mediocres que detentan un gran poder. De algún modo, es lo mismo que un detalle que me hizo gracia. Que el generalísimo y su esposa, Carmen Polo, cuando se instauró el documento nacional de identidad, tenían respectivamente el 0000001 y el 0000002.
Este gran depósito de muertos en el Valle de los Caídos se fue llenando con exhumaciones de fosas comunes de aquí y de allá. En 2009, el Congreso aprobó el que estos cadáveres salgan del Valle de los Caídos y sean devueltos a sus familias, pero ha habido y hay numerosas trabas para llevarlo a cabo. Lo de los crímenes del franquismo es todavía material sensible para la derecha -no sé si sólo la extrema-, como puede constatar el juez Garzón. Duro y afrentoso es para los deudos -y para toda la sociedad- el que todavía tantos restos humanos yazcan en fosas comunes, pero hay todavía posibilidades peores.
El que te metan en una fosa común en un estrafalario monumento -cuyo absurdo tamaño revela por contraste la pequeñez real del destinatario de la tumba- en el papel forzoso de servir de cohorte del dictador, del jefe de tus verdugos. Se me ocurre, pero espero que me equivoque, que añadiría un golpe de infamia el que uno de esos 12.409 restos humanos no identificados hasta el momento, perteneciera a Federico García Lorca.
FUENTE: Columna semanal del escritor Juan Bas en Grupo Vocento, 31.03.10.
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