Celibato y pederastia (Juan Bas)

No se sientan los célibes miembros de la Iglesia católica ofendidos por este artículo, que no es más que una opinión, y las opiniones son como los culos, todos tenemos uno, incluidos los niños. Ni tampoco lo consideren una intromisión. Mientras el Estado siga dando dinero público a la Iglesia católica, y yo pague impuestos, tengo entrada para el espectáculo. Lóbrego espectáculo en este caso.

Las manifestaciones públicas que han hecho jefes de la Iglesia, incluido Ratzinger -no me consta si Rouco Varela ha dicho algo-, respecto al escándalo de los numerosos casos de pederastia que han salido a la luz, cometidos por religiosos, en su mayoría han contribuido a incrementar mi repulsa. Me asombra que por ejemplo hayan dicho que hace treinta años se les daba una menor importancia a estos crímenes, que con el tiempo ha crecido la sensibilidad hacia los mismos.

A mí, a los veinte años, hace treinta, la pederastia me daba el mismo horror que ahora. Parece una sibilina justificación para evitar la complicidad y por tanto la responsabilidad penal de los jefes que miraban a un lado e incluso hacían la vista gorda. Pero lo más aterrador ha sido lo que ha dicho otro prelado. Que la razón de estos abusos sexuales y violaciones a niños no está en los deseos insatisfechos, no tiene una relación directa con el celibato, sino que es una expresión de poder, de dominación.

¿Qué oscuras mazmorras tiene en la mente quien se hace esa reflexión propia de un jerarca nazi? En lo único que estoy de acuerdo es en que esta numerosa criminalidad va más allá del celibato masculino. Los curas, en general, cuando no han soportado el celibato han tenido amantes más o menos en secreto o se han ido de putas. Lo realmente inquietante es que se hayan dado tantos casos de esa execrable práctica sexual forzada, no consentida. Que el imaginario erótico de tantos religiosos haya sido -o sea- el sexo con niños y con la fuerza suficiente para llevarlo a la práctica. Estamos hablando de pederastia, uno de los crímenes más graves, abusivos y repugnantes que puede cometer el ser humano. Agravado además porque en esta larga y reiterada trayectoria criminal, los delincuentes ostentan el atributo de censores, guías y referentes de la moralidad.

La Iglesia católica española, que tanto gusta de convocar manifestaciones contra el matrimonio homosexual y el aborto, tiene una oportunidad de oro para manifestarse en tropel y expresar su condena ante este nada puntual escándalo. Hay que tener coraje para barrer en público la mierda de la casa propia. Ratzinger ha dicho que hay que ser duros con el pecado e indulgentes con los pecadores. Que lo sea él con sus condenas o absoluciones espirituales. Pero que la justicia penal siente a todos esos religiosos acusados en el banquillo y los condene a penas de cárcel si son culpables. Sin indulgencia.

FUENTE: Artículo/Columna semanal del escritor Juan Bas. Diario Sur (Opinión), 24.03.2010.