Uno ya no sabe lo que pensar. Ya no es por mera antipatía ante la clase "reinante" pero, el paripé es de aúpa cuando los "Medios" se hace eco de la llegada del Felipe y Letizia (con "Z") a Mallorca. Que si van a nombrar a la asturiana "escuchimizada" como una de las "más elegantes del mundo", que si van a juego de rosa por la mañana y de blanco por la tarde... Que si posan frente a la catedral de Palma para dar una imagen de cercanía ante los españoles y de seguridad ante los turistas (tras el último atentado perpetrado a escasos 7 km. de esa ubicación).La cuestión es que es todo un auténtico montaje en el que, también tiene algo que ver la discípula de Urdaci. Soberbia, altiva, prepotente, "listamari" y manipuladora (esto ya quedó demostrado en su etapa como enchufada en los Servicios Informativos de TVE en la época de Aznar), debe ser la susodicha quién haga o planifique una especie de "guión" que incluso afecta a su sumiso heredero.
Pero, la gente ve lo que le "echan" por la "tele" y ahí queda la cosa. Sería -pues- el momento de desmitificar y ofrecer objetividad sobre alguna de las noticias con las que machaconamente nos bombardean a diario desde -entre otros- el Ente Público.
En primer lugar, el posado en los jardines, frente a la Catedral, estaba milimétricamente calculado. Con más de tres cordones de seguridad, el acceso a la zona era imposible a menos de 100 metros. Pero, claro, se debía ofrecer esa estampa estival de "normalidad" y de "cercanía". Por eso, los turistas que pasaban al lado y al fondo de las tomas (les podría hasta calificar como de "extras de cine") estaban perfectamente identificados y seguían las ordenes de una especie de jefa de protocolo que hacía los gestos típicos de un regidor de plató televisivo. Sólo le faltaba el cartel "aplaudan ahora".
En segundo lugar, dicho acceso estaba cortado al tránsito 12 horas antes del "posado natural" del hijo de Juan Carlos, su mujer y sus nietas. A uno que yo sé, se le impidió el acceso. Y es que, sabiendo que ya no es delito pitar al rey en actos públicos y, habida cuenta que de la figura del "príncipe" nada se dice ni en la mismísima Constitución... ¿para que me compré un silbato?
En tercer lugar, se recoge en las informaciones que un vendedor ambulante quiso regalar un par de carteritas artesanales de cuero a las dos crías. Letizia con "Z" fue la encargada de devolvérselas amablemente al artesano por aquello de la educación de las pequeñas y bla, bla, bla.... Hasta ahí, me parece bien: Que sepan que no tienen que coger nada regalado. Vamos... como su padres, abuelos, tías y tíos. ¿O, les han contado que los palacios, yates, comilonas y vestuarios; los han comprado con el sudor de su frente? Es el colmo, hasta Rita Barberá no vería indicio de prebenda en dos carteras artesanales de cuero de 5 euros la unidad. ¿Cómo se puede rechazar una baratija y aceptar un yate?
Cuarta cuestión: vemos el total incumplimiento de la Ley de Protección al Menor. Técnicamente, esas niñas los son de la misma forma que lo pueden ser otras que -espero- nunca séan sus súbditas. Pues bien, mientras se despixela la cara del resto de niños, las de éstas queda especialmente resaltada. Esta técnica no es otra más que la que trata de ir comenzando a identificar rostros con cargos... por aquello de la "cercanía". Puro y "real" marketing: Vender infantas con risas de niños es vender monarquía de "última generación".
Más... Quinta cuestión. La cría pequeña se quedó prendada con un mimo disfrazado de indio apache (era a eso que señalaba insistentemente y que ilustro en la imagen). Letizia con "Z" se apresuró a indicarle "detalles de la catedral". No te jode... a una cría de 2 años hablándola de gárgolas, alquitrabes, arbotantes y ménsulas... Pero la cosa no acaba ahí: por la tarde asistieron a un mini-concierto que, según TVE, servía para "ir inculcando a las infantas el gusto por la música heredado de su abuela Sofía". Acojonante. El problema es que la cría seguía mirando al indio apache (que aún se encontraba por la zona y, por cierto, para un niño, eso es bastante más vistoso que los detalles arquitectónicos de una catedral).
Para acabar, es de lo más normal que no séa yo quién desee nada malo a este par de guapísimas criaturas, simplemente una felíz y larga vida... En Estoril, a ser posible.
¡Y yo, con el silbo en el bolsillo!
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