Tíbet pierde la paciencia.

Las conversaciones entre el Gobierno chino y el Dalai Lama sobre la región de Tíbet se han estancado después que éste último demandara «mayores niveles de autonomía» y de que Pekín se negara a hacer ningún tipo de concesión.

Así lo reconoce ayer Zhu Weiqun, un alto cargo del departamento del Partido Comunista que se encarga de las relaciones con otras organizaciones religiosas. «China no permitirá el separatismo étnico en nombre de una autonomía genuina», criticó Zhu Weiqun, quien tiene la desfachatez de acusar al Dalai Lama, la máxima autoridad espiritual y política del budismo, de «buscar una base legal para la denominada independencia tibetana, o independencia encubierta». Vamos, como los del PP en versión Beiging.

Durante la semana pasada, dos enviados del Dalai Lama, Lodi Gyaltsen Gyari y Kelsang Gyaltsen, se entrevistaron con los responsables del Frente Unido del Trabajo del Partido Comunista en la novena ronda de conversaciones que ambas partes mantienen desde 2002. Sobre la mesa estaba, una vez más, el destino de Tíbet, una vasta región del Himalaya que, históricamente, ha pertenecido a los imperios chinos cada vez que éstos eran lo suficientemente poderosos como para controlarla.

Aunque el Dalai Lama, premio Nobel de la Paz en 1989, cuenta con la simpatía y el apoyo económico de Occidente, el auge de China como superpotencia mundial hace totalmente inviables sus propuestas, basadas siempre en el pacifismo y en el uso de la compasión y la no violencia. Por ese motivo, en el seno del movimiento budista ya empiezan a aparecer voces discordantes que critican la falta de avances y apuestan por radicalizar el discurso independentista, recurriendo si es necesario a la violencia.

Así ocurrió en la revuelta desatada el pasado 14 de marzo en la capital -Lhasa-, que luego se extendió a toda la región y a zonas tibetanas en las provincias limítrofes de Gansu, Qinghai y Sichuan. Aprovechando la cercanía de los Juegos Olímpicos, los manifestantes tibetanos protagonizaron los peores disturbios en dos décadas y mataron, según el Gobierno chino, a una veintena de personas de la etnia han, la mayoritaria en el país y que ha colonizado la región. A juicio de los tibetanos exiliados, la represión del Ejército Popular de Liberación se cobró doscientas víctimas mortales y miles de detenidos y desaparecidos.

A pesar de esta violencia, que llevó a Pekín a cerrar Tíbet a cal y canto, el Gobierno chino y los emisarios del Dalai Lama retomaron las conversaciones en un nuevo intento infructuoso por acercar posturas. Este nuevo fiasco deja otra vez en la encrucijada al Dalai Lama, que ha convocado entre los próximos días 17 y 22 una reunión de los tibetanos en el exilio para debatir su futuro. Sin embargo, el 'Océano de Sabiduría', que a sus 73 años se recupera de una reciente operación, no acudirá a dicho encuentro, en el que podría replantarse la estrategia de la lucha tibetana por la independencia.

Se venía venir tras las Olimpiadas dónde China, por llegar, llegó a censurar miles de páginas en todo el Mundo, (como esta misma, cosa que, pasando de dictadores y asesinos, me honra).

FUENTE: (de referencia): Pablo M. Díez (Pekín).