Que el premio Planeta se falle atendiendo a consideraciones no estrictamente literarias no es ningún secreto. Pero el veredicto del jurado -por cuatro votos a tres- confirmó que, además de ser una maniobra comercial de primera magnitud, lo es también política.Y, así, José Manuel Lara entregó los 601.000 euros de premio a una de las personalidades más escabrosas del panorama mediático español: Fernando Savater. Con ínfulas de "enfant terrible", el donostiarra se ha ganado una cierta fama de filósofo inquieto y polémico. Con la edad, sus posturas personales y políticas se han vuelto erráticas.
Lejos quedan los tiempos en que Savater firmaba libros con Javier Sádaba y pedía la legalización de Herri Batasuna. Como cofundador de UPD con la siniestra Rosa Díaz y sus adláteres de la brunete mediática se ha dedicado a firmar cada manifiesto anticatalán y antivasco que le llegaba a las manos.
Se precia de ser antinacionalista, pero en su biografía oficial se considera “defensor de la Constitución Española y de la unidad del Estado”. Y ha dado apoyo y munición a Ciutadans, un partido también antinacionalista como él, pero que sólo sabe hablar de cuestiones nacionales, nacionales españolas, claro está.
Pese a todo, y a sus connivencias con el espectro más rancio de la política catalana y española, Savater ha sabido, históricamente, acercarse al poder según le conviniera. Él fue, por ejemplo, uno de los "sabios" contratados por Zapatero para redefinir el modelo de medios públicos. En este comité era, por cierto, Victoria Camps, vicepresidenta del CAC y miembro del Foro Babel. El resultado fue un documento que apenas tenía en cuenta la pluralidad nacional y lingüística que dicta la Constitución que tanto dicen adorar.
Casos como este obligan a reflexionar sobre si es lógico que alguien como Lara tenga, por ejemplo, control sobre un diario como Avui. Él siempre explica que las empresas no tienen ideología, pero no está de más señalar que, con la misma naturalidad que aguanta las pérdidas del diario nacional en catalán por conveniencia política, con la otra mano financia a los intelectuales más rancios y españolistas con cien kilos de las antiguas pesetas. Se hace urgente recuperar un cierto control de los agentes culturales del país, para que estén en manos responsables.
FUENTE: Collectiu Joan Crexell en Tribuna Catalana/Blog de Iñaki Anasagasti
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