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lunes, 14 de julio de 2014

El baile de las élites II (sobre el porqué no habrá ningún pacto entre Catalunya y España).




Leo con atención esta segunda entrega de José Antonio Zarzalejos queién nos expone como, anteriormente, en la primera parte del baile de las élites, explicaba (de manera un poco dramática, un vicio de los politólogos y de los estudiantes de políticas) cuál sería la dirección que tomarían las élites para no perder su porción de poder una vez consolidado el proceso soberanista. Prosigue...

En relación con esta lucha, observo con detenimiento que a través de las redes sociales hay una parte del independentismo ( ligado a los medios de comunicación y a la politología ) que se muestra parcialmente escéptico ante los acontecimientos. No les falta razón, algunos de los movimientos de esta tabla de ajedrez son difíciles de interpretar.

Durante la carrera tuve el placer de tener a una de aquellas profesoras veteranas, de la vieja escuela, que gozaba enormemente dando clase y nos contaba todas sus batallitas. Como persona veterana que vivió la Transición Española desde la facultad, nos contaba que siempre intentaba enterarse sobre cualquier novedad en la elaboración de la Constitución. El resultado, sin embargo, era casi siempre el mismo: de cualquier información llegaba una décima parte y raramente se enteraba de algo importante. Curiosamente observo que esta práctica se repite en el proceso soberanista; politólogos, periodistas, y gente ligada a entidades políticas hacen cábalas sobre la poca información que les llega. Como acaba todo? En puras especulaciones, pero lo peor de todo es cuando se cogen por ciertas las informaciones surgidas de Madrid que son falsas.

Cuando lees artículos como los de José Antonio Zarzalejos en La Vanguardia, ves que desde la capital enfocan el proceso soberanista dividido en la siguiente estructura: unas élites castellanas que no quieren cambios y que lideran el alto empresariado catalán, una pequeña élite catalana que no pinta nada (sería una sub-élite), una clase media preocupada por la deriva secesionista de Mas, una clase trabajadora que sufre los recortes, los sindicatos que siguen el rol del Presidente, y un Presidente atado de manos y pies a una ERC cada vez más fuerte. Fijaros que esta teoría a menudo explicada desde Madrid (donde las élites forman parte de una mediación entre la Moncloa y la Generalitat ) no tiene ni ton ni son, pues la gracia del proceso catalán es que se puede leer desde el liberalismo más clásico hasta el marxismo más revolucionario. La estructura social que ahora hay en Catalunya rompe cualquier teoría surgida desde la capital española.

El bando tradicionalmente hegemónico de las élites unionistas (los Oliu, Brufau, Fainé, Bonet, Rosell, Gay de Montellà, Godó, etc) es desde el minuto cero el encargado de conservar todo su poder ligado gracias a su acercamiento con Madrid. Pero nada es idílico, las élites unionistas son cada vez más ignoradas en Catalunya; ven como sus iniciativas fundamentadas en el miedo (como la famosa "Declaración de los empresarios alemanes", o las amenazas de irse a Cuenca hechas por el Presidente del Grupo Planeta) son ridiculizadas, y la Generalitat les pierde (vean el caso de la gestión de la publicidad en TV3) el respeto. En definitiva, la élite unionista no tiene ningún tipo de capacidad de ser creíble ante los ciudadanos y encima no puede hacer de mediadora entre Barcelona y Madrid. ¿Cree que la clase media catalana se creerá las afirmaciones de un líder de la patronal, como Juan Rosell, que nunca ha sido capaz de crear una empresa? ¿Usted se creerá las amenazas de un José Manuel Lara que es propietario del diario La Razón? ¿Y alguien se creerá las dotes políticas que pueda tener el suministrador - alemán, para poner más énfasis- de la hierba del Club de Polo de Barcelona?. Son gente que vive en Narnia.

Los articulistas próximos al Gobierno ya reciben su primera bofetada en la desconexión que tienen las élites unionistas hacia la realidad catalana, pero eso es sólo una parte de la historia, pues han dejado de lado que hay una élite independentista que compite contra la élite unionista. Es la lógica liberal del mercado, donde las empresas productivas catalanas siempre lucharán para abatir a las empresas improductivas españolas que viven gracias a su conexión con el Gobierno central. Suena a radical, pero ¿cómo cree que reaccionan las élites independentistas cuando ven que se subvencionan a mansalva a medios unionistas ( La Vanguardia ), se salvan las empresas cercanas al star-system pepero ( Pescanova ), y encima se sufre un déficit de infraestructuras en detrimento de los intereses catalanes? No creo que gente como los Carulla ( Agroalimen - Gallina Blanca ), los hermanos Joan y Josep Font ( Bonpreu ), o Víctor Grífols quieran estar bajo unas élites que son un tapón hacia la libre competencia.

Justo debajo de las élites tenemos a la clase media, la más importante de todas y que desde el centro se desplaza hacia la izquierda o hacia la derecha y decide el resultado de las elecciones. Desde Madrid y sus medios es mostrada como la clase que tiene más preocupación hacia la deriva de Mas, pero a efectos prácticos es la clase que se encarga de sustentar todo el proceso soberanista. La clase media, la más formada de los últimos años y la más tocada por la crisis económica, no aceptará las tesis de unas élites unionistas que nos bombardean con mentiras de todo tipo. Como hemos dicho más arriba, la gente no se creerá al proveedor de la hierba del Club de Polo de Barcelona, al propietario de La Razón, o al líder de la patronal que nunca ha creado ni una triste empresa. A esta falta de credibilidad, se le ha de añadir que una clase media que aspire a más no apoyará una élite unionista que llevó a la guerra a sus antepasados y que ahora aporta malestar social con los recortes que propone. Aquí, nuevamente, fallan los cálculos hechos desde Madrid sobre la capacidad de coerción que tendrían las élites.

Justo después de la clase media nos encontramos a la pareja formada por las clases trabajadoras y los sindicatos. En este caso, creo que ambos actores merecen un análisis adecuado de su situación. Por un lado nunca han sido cercanos a las tesis independentistas - más bien han sido federalistas -, pero a efectos prácticos nunca se posicionarán al lado de una patronal y de unas élites unionistas que son los causantes de su situación económica. El votante post-comunista de ICV, por mucha tirria que tenga hacia CIU o ERC, sabe que su adversario será el miembro de la élite unionista.

Además, en el caso de los sindicatos, saben que la única herramienta de transformación social es la independencia, pues en la situación actual se encuentran totalmente desprestigiados mientras tienen que hacer frente a unas élites unionistas totalmente caciquiles. Los sindicatos hegemónicos son conscientes que para cambiar la situación social actual sólo se puede hacer consolidando el proceso soberanista. Por si fuera poco, partidos políticos como la CUP se sumergen dentro de las clases trabajadoras y obligan a posicionarse a aquellas formaciones a priori transformadoras (pero que tienen dudas, como ICV) ante la consulta del 9 de noviembre.

La situación social de Catalunya nos aleja de cualquier pacto con Madrid porque la estructura de nuestro país margina a las élites unionistas mientras se plantea una situación totalmente positiva en todos los estratos socio-económicos. A todo esto debemos añadir una frase que he tenido el placer de escuchar personalmente en boca de varios políticos: Mas puso en marcha el proceso cuando entró en 2010 y vio que no quedaba ni un duro. El Presidente sabe que no puede hacer ningún tipo de pacto porque vamos hacia el choque de trenes con una Generalitat medio muerta, unas élites independentistas hartas del oligopolio español, y unas clases medias y trabajadoras cansadas de una pésima gestión española que las empobrece. La Generalitat y la economía del país van directas al abismo.

La situación ahoga a Mas, pero debe seguir una serie de pasos si no quiere que la Generalitat y nuestro auto-gobierno desaparezcan. Fijaros, todos los movimientos que hace el Presidente tienen la misma dirección: desde la máxima moderación se van eligiendo las opciones más rompedoras y, a pesar del mareo, cada semana que pasa vemos ejemplos que consolidan la rotura entre Catalunya y España.

Los próximos meses son clave, la entrada de ERC en el Gobierno o el éxito de la Diada pueden ayudar a sacarnos presión y allanar el camino de cara a noviembre. Ahora, ¿de verdad cree que se puede abrir un pacto fundamentado en lo económico pero que no ponga en peligro la lengua o las instituciones? El President no se inmolará a cambio de obtener más dinero y desproteger la lengua o ceder competencias, pues hemos llegado a una situación donde sólo se puede ganar o perder.

Me llama la atención que muchos politólogos y periodistas (tan separados y tan unidos) den por bueno cualquier análisis surgido desde Madrid (donde presuponen que sus élites lo dominan todo) mientras dejan de lado la estructura social catalana a la hora de hacer cábalas, la misma estructura que nos muestra que las cosas son más fáciles de lo que parecen.

Por último, y en caso de dudas sobre Mas, os recomendaría volver a leer la frase puesta en cursiva, pues es mucho más importante que algunas teorías cercanas a cualquier tipo de pacto.

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