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martes, 27 de julio de 2010

EL EJEMPLO DE AGIRRE: "RESTAURAR LA NACIÓN DESDE ABAJO".

En este Año del lehendakari Agirre, un seguimiento cercano al amplio y sugestivo programa de actividades preparado por la Comisión responsable de organizar la celebración nos ha permitido aproximarnos a un conocimiento más denso de la enorme personalidad política de aquel hombre, que es hoy una magnífica guía de inspiración para nosotros.

Hemos visto a un lehendakari de convicciones éticas bien arraigadas, que siempre mostró confianza por las personas y su dignidad. Creyó profundamente en la persona, en el ser humano, cuya realización demandaría un encaje en el marco colectivo de una sociedad nacional, aunque sin olvidar que esta sociedad se debía organizar al servicio de la misma persona libre. De ahí que la generación que Aguirre representa no concibiera construir una nación libre al margen de la garantía de los derechos y libertades de las personas, tal y como se constata en la efímera realidad de aquella primera Administración vasca que lideró.

En relación a su gestión como presidente vasco, hemos conocido al Agirre de carácter optimista inquebrantable, firme y resuelto defensor de la legitimidad (popular y nacional) de su gobierno, entusiasta de la unión férrea de (todos) los vascos, activista flexible y realista, sin temor al compromiso concreto, y extraordinariamente versátil en la creación de oportunidades políticas en momentos muy adversos para nuestro pueblo.

Existe, sin embargo, la percepción de un lehendakari que, un tanto al margen del día a día de la resistencia en el interior, cifraría las expectativas más decisivas del cambio de régimen y la libertad de los vascos en la intervención del exterior, en la internacionalización de la causa vasca. Fracasadas o ralentizadas estas operaciones, a veces al JA Agirre de los últimos años se le presenta como un hombre decaído, fracasado y frustrado por dicho motivo.

Nosotros, por supuesto, no compartimos esta imagen. En primer lugar, porque el lehendakari pudo intervenir de manera muy directa en las actividades internas del país a través de los propios medios de información y coordinación del gobierno. En segundo lugar, porque sus discursos, sus declaraciones, sus mensajes, lograron primordialmente una doble acción en el interior, romper el cerco del mentiroso relato franquista y sostener la esperanza popular en la reconstrucción del país. Esperanza, que lejos de ser muestra de vano optimismo, podría ser y fue, por utilizar palabras de Maritain, ‘un arma espiritual de gran potencia’. Y en tercer lugar, porque desde el mismo fin de la guerra mundial, previno contra la confianza exclusiva en la ayuda exterior, y manifestó el propósito de su gobierno de activar, desde dentro y desde el primer día, el potencial social del país -’muchos pequeños esfuerzos’- a la tarea de la reconstrucción (Gabon 1945).

La búsqueda, por lo tanto, de una implicación internacional fue una de las vertientes en las que trabajaron Agirre y su equipo. Pero, no fue la única. El lehendakari trabajó el mantenimiento de la esperanza como arma espiritual, pero desdeñó la pura y ‘constante especulación de principios’ (Carta a Ajuriagerra, 1951) en la que se desenvolvían algunas figuras del nacionalismo. Para él, la referencia era el sentido común del pueblo vasco. Para enganchar con éste, Agirre persiguió expresamente diversificar la idea de resistencia vasca, instando a una implicación cotidiana en todos los órdenes, no sólo en el político, sino también en el cultural, el económico o el social (Mensaje a la juventud-10/1952, Gabon 1955). Además de acción directa de deslegitimación del franquismo, Agirre quería una infrapolítica (James Scott) que funcionara cotidianamente de manera alternativa al régimen, restaurando la nación y llevando a la práctica, en todos los ámbitos, una idea propia de sociedad. El modelo de resistencia de Agirre era popular, muy alejado del ‘pasivo y expectante’ (Carta a Ziaurriz, 1946) que criticaba en otros dirigentes.

De la solidez de la sociedad civil que, en los últimos años del régimen, se configuró en Euskadi provino un enorme impulso de restauración nacional, cuyas expresiones más significativas correspondieron a los ámbitos cultural y educativo, pero que también se desarrolló en el ámbito social y económico, a través de una legión de emprendedores sociales, y con la emergencia de manera especial del modelo cooperativo, muy acorde con el modelo social y la conducta personal del primer lehendakari. El mundo vasco se transformó por el impulso de un capital social vigoroso, que impregnó a la gran mayoría de los vascos, sin esperar al derrumbe del poder dictatorial. Es probable que sin aquella explosión social, la política vasca hubiera discurrido por otros derroteros. Y es cierto, por otra parte, que la recuperación del Gobierno Vasco en 1980 aceleró las potencialidades que aquella gran apuesta social había desatado.

El lehendakari Agirre no vivió para jugar un papel directo en la plena consumación de todos estos acontecimientos. Pero, ¿hubiera sido posible la movilización de tanta gente y la transformación social que sobrevino en el país, sin la ingente labor del lehendakari y su gente en la divulgación de ese discurso de resistencia popular, y en la creación de los marcos de referencia, subyacentes a este resurgimiento nacional? El estímulo del lehendakari se reconoce, sin duda, entre todos los pequeños esfuerzos que se movilizaron para completar esta gran obra social.

Y aunque los movimientos políticos modernos se desenvuelven en un escenario social que poco tiene que ver con el que hemos referido, la enseñanza para los que queremos renovar el nacionalismo es clara. Lo nuevo también está en Agirre: una ética personalista, una política pegada a la realidad y al compromiso y una búsqueda permanente de una mejor relación entre política y sociedad que nos sirva para progresar libre y democráticamente, como personas y como pueblo. He ahí una experiencia útil para la renovación que precisamos.

FUENTE: Difundido por Hamaikabat. Artículo publicado el 20.07.10 en Diario Deia y Diario de Noticias de Gipuzkoa por: Joxan Rekondo y Martin Beramendi.

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