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lunes, 29 de septiembre de 2008

Una vida en cuatro maletas.

Cuatro maletas repletas de fotocopias de artículos firmados por Víctor Gómez Barcenilla en periódicos como El Liberal, El Socialista o La Lucha de Clases, entre otras cabeceras, son para Emilio Gómez Parejo «un legado único».

Ha dedicado siete años de su vida a cumplir con «una obligación» que le ha permitido conocer «una parte importante» de la vida de su padre, nacido en La Arboleda en 1898, minero, concejal en San Salvador del Valle y miembro del Primer Consejo Vasco por la Federación Europea en 1951, entre otros cargos.
Con apenas 13 años, a Emilio le separaron de su familia para convertirse en un 'niño de la guerra'.


A bordo del 'Habana' viajó en 1937 con dos de sus hermanos a la Unión Soviética. La Guerra Civil española le dejó huérfano durante casi veinte años, hasta que en 1956 llegó a Francia para reencontrarse con su padre, exiliado en Toulouse. «Empezaba a fallarle la memoria y nunca contaba nada. Mi madre solía decir que se lo habían cambiado en los campos de concentración alemanes en los que estuvo recluido durante varios años».

Emilio vivió y trabajó en Francia hasta 1992, año que regresó a España para afincarse en Castro Urdiales, localidad donde continúa viviendo. «Aquí, me enteré por un libro que se había escrito sobre la UGT de la existencia de los artículos de mi padre. Entonces decidí recuperarlos en homenaje a su trabajo. Tenía imágenes lejanas de mi padre, de cuando vivíamos en La Arboleda, de cómo iba a la Casa del Pueblo por las mañanas, de que viajaba... pero desconocía lo que hizo».

Una vez localizados los escritos, su primera intención fue, sencillamente, realizar una recopilación por orden cronológico y juntarlos en un texto «exclusivo como recuerdo para la familia». Pero una vez acabado el trabajo, Emilio Gómez se planteó ir más allá y publicó un libro: 'Víctor Gómez Barcenilla. De la mina, al Consejo Vasco por la Federación Europea', que ha publicado la editorial Txertoa de San Sebastián y del que se han editado mil ejemplares. «Está dirigido a todas aquellas personas que les gusta la historia. Recoge documentos que ya no se publican. Sobre los mineros se han escrito casi siempre historias puestas en boca de los propietarios de las minas, de la cantidad de mineral que sacaban, de cuánto producían, cuánto dinero les daba... Pero apenas se sabe nada de las condiciones en que vivían».

Con sus cuatro maletas llenas de fotocopias, se siente legitimado para hablar de esa época negra que le tocó vivir y durante la que le obligaron a separarse de su padre. «Lo que más me ha impresionado, es lo trabajador que fue. Lo preocupado que se mostró siempre por las condiciones y por el trabajo de los mineros. Fue un hombre muy honesto, que siempre dijo la verdad».

Emilio Gómez recuerda con admiración cómo las colaboraciones periodísticas que escribió su padre abordaban temas de una «actualidad sorprendente. Fue un pionero». Aspectos como el terrorismo -«que criticó con dureza»-, la denuncia de los intermediarios y las subcontratas e, incluso, los accidentes laborales, fueron motivo de preocupación para Víctor Gómez y como tales figuran en los periódicos de la época.

En los cerca de seiscientos artículos que su hijo ha distribuido en quince capítulos, hay también escritos relacionados con el funicular, la Iglesia, la Agrupación Socialista entre los años 1922 y 1937, 'La colonia escolar de Pedernales', la comida o la excursión realizada por un grupo de esperantistas a La Arboleda. «Hablaba esperanto, al igual que muchos socialistas de la época. Creían que, así, los obreros se iban a entender mejor, lo que les permitiría hacer una lucha más unida y poder plantear unas reclamaciones más sólidas y fuertes».

Emilio tiene ya en proyecto una nueva publicación con más datos, recuerdos y fotocopias. Pero antes, espera recuperar «lo que he invertido y me han prestado» para sufragar su primer libro. «Iba casi todos los días de Castro a Bilbao, para indagar en los archivos de la Diputación. Imagínese, cada fotocopia me salía 10 ó 15 céntimos». Hasta que el azar quiso que Emilio descubriera los fondos existentes en la sede del BBVA en San Nicolás. «Había mucho material y, encima, no me cobraban nada».

FUENTE: Jon Mayora para: Diario El Correo. Castro Urdiales, 29.09.2008.

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