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viernes, 23 de mayo de 2008

El penúltimo jelkide (Iñaki Anasagasti en diario Deia)

A sus 86 años se nos fue Sabin Zubiri. Fue un jelkide en estado puro. Como los de Bilbao, que pueden nacer en cualquier parte, porque si algo era Sabin era un sabiniano consecuente y un jelkide a prueba de bomba, las bombas que le pusieron en su tienda de las Siete Calles y en las pintadas que adornaron las vitrinas de los escaparates de sus establecimientos.

Zubiri era un referente claro del nacionalismo vasco y hacia él fueron canalizados muchos de los odios de los que veían que la situación iba a cambiar tras la muerte de Franco. Incontables fueron los méritos de Sabin en aquella época: organizar, ayudar, visitar, estar, pagar, acompañar a Juan de Ajuriaguerra, ser su conductor familiar, cuidador, secretario. Siempre con una palabra de ánimo y de esperanza en sus labios.

Llevaba las cuentas de la vieja del PNV en pequeños recibos y apuntados en servilletas de papel. Sableaba a quien se le pusiera por delante para poner en marcha proyectos de todo tipo, desde la ikastola de Begoñazpi, hasta el diario DEIA pasando por todo lo que se moviera en el mundo vasco. Estuve con él en el primer Bizkai Buru Ba-tzar después de la dictadura y conocí su desbordante actividad y sobre todo una característica de él que hoy casi no existe en los partidos: alguien que escuchaba a la gente en sus problemas. Y, él, si podía, se los resolvía y si no, le decía por qué no podía satisfacer su demanda.

Esa vieja y humana cortesía, desgraciadamente, hoy se ha perdido. Pero Sabin sabía en qué consistía y por eso todos acudían a él. Aquel BBB explotó en 1979 y, sin embargo, y a pesar de que la vida política es cruel y dura, se puede decir que se nos ha ido sin estar enemistado con nadie y sin odiar a nadie. La última vez que le vi fue en el hotel Carlton de Bilbao cuando presentamos un libro con 78 testimonios dedicados a Juan de Ajuriaguerra.

Allí estaba entusiasmado con su querida Josune agradeciendo el hecho y recordando viejos cuentos sobre una persona que para él había sido fundamental, no sólo por su origen en Otxandiano, sino por su vecindad en la Alameda Rekalde y sus miles de vivencias políticas. Desde el Juicio de Burgos, al primer Aberri Eguna de 1964, o el viaje clandestino del lehendakari Leizaola a Gernika. Con su aspecto de policía secreta de la vieja época, bigote y gabardina incluidos, confundía al principio a quien no le conociera.

A Carlos Garaikoetxea le dio un susto de muerte cuando con otros amigos se puso a gritar Gora Euzkadi Askatuta! en el pantano de Irati siendo devuelto el gora! desde la orilla. Y cuando llegaron en barca a esa orilla y vieron a Sabin que no conocían, pensaron que era la policía que iba a detenerlos. Le recuerdo entrando en la comisaría de Gordoniz cuando un día nos dijeron que habían detenido a Gorka Aguirre y entró allí con tanto desenfado que todos creyeron que era poco menos que el comisario jefe.

Le recuerdo también cuando la policía nos detuvo el 1 de abril de 1976 a Joseba Goikoetxea, a su hijo Bingen y a mí en la calle Egaña cuando preparábamos el Aberri Eguna de Iruñea y fue él quien nos atendió y orientó cariñosamente después de aquel pequeño trauma, sin que nuestra propaganda dejara de salir gracias a que la escondíamos en su tienda de Artekalle entre ropa interior femenina. Era pues una persona comprometida, un referente, un amigo, un animador continuo, un jelkide humanista, un ayudador de todo lo que oliera a euskera y un organizador, pero por sobre todo, una magnífica persona.

Tras Ajuriaguerra es el segundo burukide que desaparece de aquel Bizkai Buru Batzar de 1977. La vida llega y la vida se va, pero la vida de Sabin Zubiri sólo puede decirse que era una vida plena, una vida de ayuda al prójimo, la vida de un cristiano y un abertzale comprometido. La vida de un jelkide. Goian Bego Sabin.

FUENTE: Senador Iñaki Anasagasti en diario Deia (23/05/08)

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